Poemas taurinos en el Día Mundial de la Poesía

No hay duda de que los toros son un hecho cultural. La Fiesta ha sido manantial de inspiración para pintores, escultores, novelistas, poetas… Desde el poema al conde Fernán González, compuesto por el año 1250, hasta nuestros poetas actuales. Este 21 de marzo, en el declarado Día Mundial de la Poesía, recordamos versos taurinos inolvidables de grandes como Joaquín Sabina, García Lorca, Miguel Hernández, Alberti o Villalón que han cantado al toro y al torero, a la vida y a la muerte:

 

JOAQUÍN SABINA

Esta tarde la sombra está que arde,

esta tarde comulga el más ateo,

esta tarde Antoñete (Dios lo guarde)

desempolva la momia del toreo.

Esta tarde se plancha la muleta,

esta tarde se guarda la distancia,

esta tarde el mechón y la coleta

importan porque tiene importancia.

Esta tarde clarines rompehielos,

esta tarde hacen puente las tormentas,

esta tarde se atrasan los mundiales.

Esta tarde se mojan los pañuelos,

esta tarde, en su patio de las Ventas,

descumple años Chenel por naturales.

 

ANÓNIMO

Como los toritos bravos

tienes, gitana, el arranque:

solo te acuerdas de mí

¡cuando me tienes delante!

 

MANUEL MACHADO:

Una nota de clarín,

desgarrada

penetrante,

rompe el aire con vibrante puñalada…

Da principio el primer espectáculo.

 

FERNANDO VILLALÓN:

Plaza de piedra de Ronda,

la de toreros machos:

pide tu balconería

una carmen cada palco;

un Romero cada toro,

un Maestrante a caballo

y dos bandidos que pidan

la llave con sus retacos.

Plaza de piedra de Ronda,

la de los toreros machos.

Ignacio Sánchez Mejías llora la muerte de Joselito.

GARCÍA LORCA:

¡Que no quiero verla!

Dile a la luna que venga,

que no quiero ver la sangre

de Ignacio sobre la arena.

¡Que no quiero verla!

La luna de par en par.

Caballo de nubes quietas,

y la plaza gris del sueño

con sauces en las barreras.

¡Que no quiero verla!

Que mi recuerdo se quema.

¡Avisad a los jazmines

con su blancura pequeña!

¡Que no quiero verla!

La vaca del viejo mundo

pasaba su triste lengua

sobre un hocico de sangres

derramadas en la arena,

y los toros de Guisando,

casi muerte y casi piedra,

mugieron como dos siglos

hartos de pisar la tierra.

 

MIGUEL HERNÁNDEZ:

Como el toro he nacido para el luto

y el dolor, como el toro estoy marcado

por un hierro infernal en el costado

y por varón en la ingle con un fruto.

Como el toro lo encuentra diminuto

todo mi corazón desmesurado,

y del rostro del beso enamorado,

como el toro a tu amor se lo disputo.

Como el toro me crezco en el castigo,

la lengua en corazón tengo bañada

y llevo al cuello un vendaval sonoro.

Como el toro te sigo y te persigo,

y dejas mi deseo en una espada,

como el toro burlado, como el toro.

 

RAFAEL ALBERTI:

De sombra, sol y muerte, volandera

grana zumbando, el ruedo gira herido

por un clarín de sangre azul torera.

Abanicos de aplausos, en bandadas,

descienden, giradores, del tendido,

la ronda a coronar de los espadas.

Se hace añicos el aire, y violento,

un mar por media luna gris mandado

prende fuego a un farol que apaga el viento.

¡Buen caballito de los toros, vuela,

sin más jinete de oro y plata, al prado

de tu gloria de azúcar y canela!

 

 

RAFAEL ALBERTI

Vuelvo a los toros por ti,

yo, Rafael.

Por ti, al ruedo

¡Ay con más años que miedo¡

Luis Miguel.

¡Oh, gran torero de España¡,

¡Que cartel¡

que imposible y gran corrida,

la más grande de tu vida,

te propongo, Luis Miguel.

tú, el único matador,

rosa picassiano y oro;

Pablo Ruiz Picasso, el toro,

y yo, el picador.

 

 

GERARDO DIEGO:

Entre un temporal deshecho

la gruesa nave embestía.

Al pasar por el estrecho

la plaza se estremecía.

Tú erguido, firme, derecho,

faro en tu roca vigía,

larga el brazo, álzate al techo,

rompa la espuma bravía.

Y allá va el pase de pecho.