Espantos de una conspiración – Opinión de Horacio Cárcamo

Por: Horacio Cárcamo Álvarez (Especial para Revista Zetta 20 años).-  Desde cuando el hombre comenzó apropiarse de las cosas ya no solamente para sobrevivir, sino para acumular poder y riquezas, la fuerza y el miedo fueron estrategias de dominación. La aparición de la propiedad privada, cuya decisión se impuso  con la violencia, ocasionó la distribución inequitativa de las riquezas y hasta nuestros tiempos las cosas no han cambiado; una élite tiene la propiedad sobre los medios de producción y el control sobre la organización del estado para defender sus propios intereses e imponer sus decisiones a través de sistemas políticos que resultan cada vez más excluyentes.

La violencia ha sido recurrente para anexarse territorios, esclavizar e imponer tributos a los pueblos subyugados, el control de la política para defender privilegios de quienes en la parte más alta de la pirámide social son beneficiarios de las ventajas económicas que les favorecen con las decisiones del gobierno. Un ejemplo para ilustrar es  la disminución del  impuestos a la renta y al patrimonio de quienes más tienen, sacrificando la inversión social en educación y salud que beneficia  a los que menos tienen para cubrir el déficit fiscal, como sucedió recientemente con la aprobación de la ley de crecimiento económico (reforma tributaria) en el Congreso de la República.

Pero si el Congreso representa los intereses del pueblo, ¿por qué legisla contra él? La respuesta seguramente en la metodología de selección múltiple será  todas las anteriores, porque cualquiera que sea aquella tendrá suficiente argumentación en su defensa. En todo caso, la realidad  objetiva del país resulta cada vez más incontrovertible por el desempleo, el trabajo informal, la pobreza, la concentración de riqueza, el exterminio de líderes sociales, la desesperanza y el déficit de democracia que tienen al pueblo en las calles demandando soluciones.

Este último es de lejos el problema mayor. La poca participación ciudadana en la conformación de sus gobiernos lo asiente. En Colombia la abstención electoral históricamente  ha sido superior al 50%, lo que denota indiferencia del ciudadano del común por los temas públicos; y no precisamente por considerar que se encuentra bien representado. El asunto es todo lo contrario y de mayor consideración por lo delicado, ya que esa indiferencia, lenta e imperceptiblemente se transfigura en frustración y se va acumulando como la temperatura en ebullición de una olla de presión que, al no encontrar válvula de escape, explota. En Chile el establecimiento creía que el pueblo estaba en paz, y no, solo estaba en silencio.

Cuando las sociedades son desiguales e inequitativas se hiere la dignidad de las personas y a la democracia, por ello es un imperativo moral de los pueblos rebelarse y reasumir la política para lograr buenos gobiernos. La razón del estado es garantizar el bienestar y la felicidad de la gente a través de la vigencia de los derechos humanos y el respeto por los derechos fundamentales. El ágora es la calle y a los miedos le sobrepasan el honor. Para Platón, “el precio de desentenderse de la política es ser gobernado por los peores hombres».

El miedo es la otra estrategia. Lo usan como espantos de la noche con el convencimiento que no podrán ser vencidos con  alegatos de la razón. Al comportamiento retador de las masas lo atemorizan con toda suerte de teorías. En el pasado fue el Castro Chavismo, devaluada hoy, y ante el nuevo fenómeno de protestas en las calles que sacude parte del planeta, y a América Latina y del Caribe surgen, por lo menos, otras dos, que por exóticas llaman la atención: una de ellas es la reedición de la agenda del Caguán que ahora la guerrilla quiere imponer con el apremio de la protesta ciudadana en una negociación de más 100 puntos y la otra, la de la insurrección violenta en las calles para despejar la asunción de Petro al poder.

Pero a los espantos de la conspiración se suceden, por lo menos, tres informes que salieron a la luz simultáneamente con el foro de Davos. El de la Organización de las Naciones Unidas, “Situación Social en el Mundo 2020”, que concluye que el estallido de protestas masivas son impulsadas por las dificultes económicas, la desigualdad y la inseguridad laboral; el de “Tiempos para el Cuidado”, informe de Oxfam, en el que se señala que la desigualdad económica se encuentra fuera de control, tanto así, que en el año anterior 2153 multimillonarios que hay en el mundo poseían más riqueza que 4.600 millones personas; y por último el informe de “Índice de Movilidad Social Global”, autoría del Foro Económico Mundial, para quien la desigualdad empeora y es tiempo que los gobiernos hagan algo para evitarlo.

Quienes niegan el malestar de la sociedad piensan que por eso no está pasando, y que en esencia  el levantamiento  y los cacerolazos son una conspiración orquestada desde el Foro de Sao Pablo para que la guerrilla logre en una negociación lo que no obtuvo en la Habana, ni en las  urnas y de paso facilite la llegada de Petro al poder. Las conclusiones enunciadas en los informes citados no nos tocan.