La Alcaldía de Cartagena y la Escuela de Gobierno y Liderazgo organizaron el evento “Por qué querer a Cartagena” como parte de las celebraciones por el cumpleaños 481 de su fundación. Allí se entregaron reconocimientos a 57 cartageneros ejemplares y el filósofo, antropólogo e historiador Enrique Luis Muñoz Vélez presentó una profunda reflexión sobre lo que significa la “cartageneridad”. El director de Revista Zeta, John Zamora, dialogó con él sobre este tema.
La anterior referencia institucional al término “cartageneridad” fue retomada recientemente por “un alcalde de cuyo nombre no quiero acordarme”, según la cita cervantina acotada por Muñoz Vélez.
En ese contexto, “se quiso jugar con un término para provocar un sentimiento amoroso hacia la ciudad, siendo que el amor lo estimula el mismo amor, y en términos políticos, la política es la construcción y administración de la ciudad que te elige, y posiblemente ese adjetivo fue un gancho electivo pero que no le dio satisfacción plena porque no podía dársela al desconocer la textura y los tejidos de ese término: cartageneridad”.
Es decir, los cartageneros fueron expuestos a la cartageneridad como argumento electoral y no cívico o ciudadano. Hasta en eso, la ciudad ha tenido un sino trágico. “Cartagena desde sus orígenes nace bajo un signo trágico. Las poblaciones caribeñas son diezmadas, principalmente las kalamaríes, la distribución de la especialidad territorial se la dan a los militares, sacerdotes, escribanos y los hijos de la península ibérica”. La reflexión también alude a las poblaciones indianas y las poblaciones negras que van surgiendo de la trata esclavista, que quedan segregadas, y no podemos olvidarnos de la Inquisición.
Para Muñoz Vélez, el primer gran referente de la cartageneridad plena es el poeta Luis Carlos “El Tuero” López. “Cartagena es la ciudad que supo ver el Tuerto López, un poeta de mirar torcido que miró mejor que todos a Cartagena desde una construcción poética amorosa, como bien lo expresara Tito de Zubiría: el Tuerto López lo que tuvo con Cartagena fue amor a primera vista. En él si se cumple la cartageneridad porque no usufructúa de ella nada y le da todo”.
En su óptima, el escritor español Miguel de Unamuno (1864-1936) es quien introduce esa categoría adjetivada en la historia de la cultura española cuando se pregunta: ¿qué es la hispanidad, qué es la hispanía?
Según Muñoz, ese término lo asumen tres grandes ensayistas de América Latina: Pedro Henríquez Ureña, dominicano; Fernando Ortiz Fernández, el más grande antropólogo cubano, y el mexicano Alfonso Reyes. “Ellos si le dieron curso a esa categoría adjetival”.
“Entonces cartageneridad es la calidad de cartagenero a partir de un proyecto de vida digno y decoroso. Esa adjetivación se convirtió en palabra hueca y vacía, y las palabras tienen significación y sentido cuando son capaces de superar los silencios, y los silencios administrativos hablan alegremente y en voz alta cuando el gobernante sabe administrar, cuando su gobernabilidad es plena”.
Para nuestro entrevistado, lo que insinuaba esa adjetivación es un gran amor por la ciudad.
“Veámoslo desde la perspectiva semiológica: la ciudad es la gran metáfora femenina, es la hembra coqueta a la cual hay que saber conquistar con los mejores detalles, los mejores lenguajes, las mayores contribuciones como ciudadanos”.
“Entonces el deseo es la agradabilidad de los sentidos con la ciudad amada o con la ciudad soñada; el querer es la obtención concreta de esa ciudad en lo que es la administración pública”.
“La cartageneridad es un adjetivo que hace referencia al sustantivo de ciudad”.
“En términos científicos, la política es la capacidad de administrar en valores y en principios éticos y morales, el bien público defendiendo el bien común, y si nos ceñimos a que ese gobernante no pudo satisfacer la palabra que retomó, su praxis administrativa fue funesta, porque fue hipotecada”.
“Quiero significar que cuando un gobernante sin credibilidad invita a amar a la ciudad incentivando, motivando, sugiriendo, los gobernados no lo van a hacer porque el aquél no amerita credibilidad en su palabra. Cuando hay ciudadanía es porque hay un alto sentido de construcción política, ética y moral en cada gobernado. Cuando un pueblo tiene las satisfacciones elementales resueltas, responde a los estímulos propagandísticos de amar y querer a la ciudad, desearla de mejor manera. Mientras el gobernante no cumpla con eso, de nada valen los decretos ni las propagandas y las publicidades en torno a la ciudad.”
“¿De qué le vale a un gobernante decir que va a satisfacer tales necesidades, si al cabo de su periodo no ha hecho nada? La palabra tendrá sentido amoroso y el adjetivo sustantivamente grande cuando el gobernante ha sabido tener gobernabilidad plena”.
“Desde la ciudadanía, aunque el gobernante sea malo, el buen ciudadano hace lo que el imperativo categórico le impone: querer a la ciudad, desearla, amarla”.
“Hoy podemos tener cartageneridad en la medida que cada ciudadano asuma su rol de artesano con palustre en mano y poner el primer ladrillo para construir ese edificio”.
“Las conductas anticívicas destruyen la cartageneridad, como el hecho de irrespetar la convivencia… cuando tu celebras tu cumpleaños conciente que tu vecino tiene derecho a dormir, eres un buen ciudadano, pero creer que por estar celebrando tienes derecho a prender la rumba hasta el día siguiente, con el sonido a todo volumen, eres un antisocial, un egoísta y no tienes sentido de cartageneridad”.
“La paz es el respeto por el derecho ajeno, decía Benito Juárez. Es un discurso que se puede construir pero con hechos, para que las palabras hablen de los hechos”.
“Una imagen poética de José Martí dice: en el mundo nada más caminan dos hombres, que van en contravía: uno que va amando y construyendo, y otro que va odiando y destruyendo”.
El humanista Muñoz Vélez terminó el diálogo con John Zamora con esta frase:
“Podemos construir la cartageneridad brincando sobre los odios y rencores, para crecer de manera conjunta y entre todos construir ese adjetivo y hacerlo sustantivo”.