Andrés Betancourt, concejal: Transformarse para transformar

El lunes 19 de enero de 2009, la vida le cambió nuevamente al concejal Andrés Betancourt. No fue un azar del destino, ni un forzoso compromiso, sino el producto de una decisión meditada y madurada: cambiar su mente para cambiar su cuerpo.

Ese día, muy temprano en la mañana tomó unos tenis viejos, camiseta y pantaloneta, salió de su apartamento y comenzó a caminar. Desde entonces no ha parado. Son cientos de kilómetros recorridos los que atestiguan la firmeza de la decisión de cambiar su vida personal para buscar convertirse en un mejor ser humano.

El fin de semana previo a esa primera y determinante caminata, había estado en Sincelejo, disfrutando sus fiestas; allí también varios amigos le hicieron comentarios sobre su exceso de peso a propósito de las generosas porciones de comida que ingería. Era un ritmo de vida desmedido en lo gastronómico, hasta el punto que una vez llegó a consumir cinco hamburguesas, una tras otra; o el día que comió dos arroces chinos. Si a ello se le sumaba al hábito de fumar y el sedentarismo, era candidato perfecto para obesidad mórbida, enfermedad coronaria y quién sabe qué otros males. No sólo su médico se lo había advertido varias veces, sino que hasta una aseguradora se negó a expedirle una póliza de salud cuando llegó al Concejo por primera vez en 2008.

Una de las voces que más le hablaba de la importancia de la salud era la de su esposa Cecilia Calle Borda. Un día antes de la boda, celebrada el 11 de octubre de 1997, le pidió una prueba de amor: dejar de fumar. ¡Y lo hizo! Nunca más.

Dejar el tabaquismo le demostró a Andrés Betancourt que podía tomar decisiones valiosas para su salud, y ese fue un constructivo antecedente para consagrarse, dos años después, a la práctica deportiva como nuevo estilo de vida. Los beneficios, en lo físico, son evidentes: de llegar a pesar 120 kilos, hoy ronda los 80 kilos, acordes con su estatura de 1.75 cm.

 

¿Qué lo llevó a ese estilo de vida alejado de hábitos de vida saludables?

Cual método de propio sicólogos, la respuesta hay que buscarla en su infancia, en su familia. Andrés y su hermano menor Alejandro son hijos de un hogar disfuncional, con un padre lejano y ausente, y una madre abnegada, amorosa y laboriosa.

Aunque a los 11 años comenzó a colaborar esporádicamente con su madre en asuntos del próspero negocio de helados que vendía en distintos puntos de la ciudad, era un adolescente dedicado a lo que hacen los jóvenes de su edad. Estudiaba en el colegio Salesiano, donde incluso sintió la vocación sacerdotal. A los 15 años le confió a un cura venido de Medellín, para la anual “Semana vocacional” –donde seleccionaban futuros candidatos para ir al Seminario- que quería ser Sacerdote. El clérigo le escuchó atentamente, le indagó por su historia familiar y sus expectativas espirituales, y al final lo disuadió con un diagnóstico en el que no se equivocó: “usted tiene un apostolado dentro de su familia”.

Al terminar el colegio, ingresó a la facultad de odontología, una profesión que le sedujo por su innata vocación social. Su vida marchaba sobre rieles hasta que la desgracia se cruzó en su camino: debió afrontar la enfermedad y muerte de su madre. El mundo se vino abajo. Nada de lo que conocía volvería a ser lo mismo. De súbito debió hacerse cargo de su vida, de su familia, del negocio.

José Ortega y Gasset dijo que “yo soy yo y mi circunstancias” y, para el caso de Andrés Betancourt, las suyas fueron inesperadas. “Debí asumir responsabilidades laborales y familiares, y eso me llevó a una vida de muchos compromisos, además de interrumpir mi carrera de odontología, apenas recién graduado”.

Tal vez ello le generó mucha ansiedad, tensiones y estrés, y probablemente el nuevo ritmo de vida, de inesperado empresario, le llevó a unos hábitos nada saludables de alimentación y al tabaquismo.

El punto final llegó ese 19 de enero de 2009. La decisión de incorporar el deporte a su vida no vino sola, sino con todo el “kit”: desarrolló su propio esquema de entrenamiento y su propia dieta. Sin acudir a dietistas o nutricionistas o deportólogos, Andrés Betancourt fue autodidacta en este aspecto.

“Te empiezas a dar cuenta que existe otro mundo alimenticio. Existen las ensaladas, las sopas… empiezas a seguir pequeños tips que incorporas a tu estilo de vida. Incorporas en tu matriz de conducta algunos tips que te ayudan a mantenerte saludable. Por ejemplo, no tomar gaseosa, preferir agua. Dejar de emplear salsas. No comer nada frito”.

La familia se beneficia del deporte

Los valores que representa el deporte también están incorporados en la vida de familia, y Betancourt habla con orgullo y satisfacción del hogar que ha construido junto con Cecilia. Tienen tres hijos: Alejandro (14), Miguel (9) y Gabriel (4). “He sido una persona que planeo mucho mis cosas, tanto así que mis hijos se llevan cinco años entre ellos, para que no estén todos en la universidad al mismo tiempo. Por razones económicas y por razones familiares también, porque si se van todos al mismo tiempo te quedas solo, así por lo menos van y vienen”.

La influencia del deporte se traslada a los hijos e influye positivamente en ellos. La fortaleza les ha ayudado a sortear el reto que la vida les impuso cuando una diabetes se manifestó en el menor de sus hijos. “Tener un hijo con alguna condición nos ayuda a ser mejores padres. En el caso de Gabriel, que le detectamos diabetes tipo 1, es alimentarlo bien, ponerle insulina, medirlo y deporte”.

No es extraño ver a Andrés y su esposa Cecilia trotando por el paseo peatonal de Bocagrande, llevando el coche donde Gabriel los acompaña. Parafraseando el refrán, familia que trota unida, permanece unida.

El deporte, una alternativa para ser feliz

Andrés Betancourt está convencido que todo ser humano debe tener un objetivo superior, que está por encima de todo lo terrenal. “Yo lo encontré en el deporte, eso es lo que realmente me hace feliz, y alrededor de eso tu eres exitoso en el hogar, en lo laboral, en las amistades, en lo profesional”.

“El deporte te brinda disciplina… para mi era inconcebible levantarme a las 4 de la mañana para coger una bicicleta y recorrer 90 kilómetros, o salir a trotar 10 kilómetros. El deporte te convierte en una mejor persona y tienes una mejor sociedad, haces parte de una mejor sociedad”.

“A medida que uno va madurando se vuelve un mejor ser humano. Y eso es el propósito superior, lo que yo quiero es ser un mejor ser humano y el deporte ha sido el vehículo. Ayuda mucho en la salud pero también en lo sicológico, emocional”.

Hoy, Andrés Betancourt es un consumado atleta y ciclista, deportes exigentes y sacrificados. “Hacer deporte es importantísimo, así sea caminar, pero todos debemos hacer deporte”.

“Soy un hombre de decisiones”. Con esa premisa, que aplica tanto para la vida personal como la política, Betancourt habla de fijarse metas y cumplirlas.

“Quise correr la 10K de Cartagena y la corrí. Ahora voy a correr mi primera maratón en Curitiba, Brasil, el 16 de noviembre. Ya he corrido medias maratones como Miami, Bogotá, Medellín. Hay una maratón muy importante y es la de Boston, con 117 años, y para ir a esa carrera hay que haber corrido maratones previas. Aspiro a correrla en el 2016”.

“Hay un libro que también ha influido en mí y se llama “De que hablo cuando hablo de correr”, de Haruki Murakami. Es un filósofo japonés que vive en Estados Unidos. Era literato y tenía un bar de jazz, y decidió cerrarlo y dedicarse a escribir y correr. Tal vez en menos de 10 años sea premio Nobel de Literatura”.

En lo político, Andrés Betancourt tiene una meta, que es colectiva y no personal, y está pedaleando para alcanzarla.

 

 

Deporte, sociedad y política

“No hay mejor forma de contribuir a la sociedad que con el ejemplo. No puedo decir que vamos a transformar a Cartagena si no me he transformado, que seamos éticos con Cartagena si no soy ético, que queremos a Cartagena si no demostramos que la queremos con acciones cívicas. La vida pública no es una oportunidad, es una decisión que se construye con tu forma de ser y no con improvisaciones”.

“Yo hice un cambio en mi vida y me he sostenido, sin reversa. Yo cambié mi mente para cambiar mi cuerpo. Cuando tu te operas, cambias tu cuerpo pero no cambias tu mente. Es por eso que mucha gente fracasa luego de esa operación, es el camino fácil de la vida”.

“La política necesita simbologías. Los políticos debemos ser referentes sociales. En la medida en que tu construyes un referente social, la sociedad te sigue no por lo que hablas sino por lo que haces, y porque tu vida cotidiana es lo que tu haces”.

“La simbología cotidiana determina la autenticidad de los políticos, y los políticos tenemos que entender que para seguir representando a la gente debemos ser ejemplo constante”.

“Si se estructura un proyecto de bicicleta en Cartagena, nos cambia la vida. Debemos implementar un servicio público de bicicletas, gratuito, porque mucha gente pasa el día entero en su trabajo o su estudio, y puede disfrutar el servicio de bicicleta y hacer deporte a la vez. Sería un gran ahorro para el bolsillo de un asalariado”.

“Se requieren más espacios de integración ciudadana en cultura, educación y deporte, son las tres alternativas más económicas y rentables para transformar una sociedad. Visualizo a Cartagena una mejor ciudad en 30 años, como la capital deportiva de Suramérica, buscar la aglutinación a través de un evento referente en el año 2033 para los 500 años de la fundación de Cartagena. Barcelona lo hizo con las olimpiadas y la ciudad puerto. Y debemos apuntar a algo, como ser la capital mundial de la cultura o algo así, pero tenemos que preparar a la ciudad para ese cumpleaños. Debemos acelerar los próximos 20 años, superar el atraso que llevamos”.

“Para hacer una verdadera transformación, debemos ser colectivos y sostener. No es un tema de oportunismo sino que hemos construido esa decisión con nuestro ejemplo”.