Por John Zamora (Director Revista Zetta).- Los combates modernos de boxeo para un Campeonato Mundial son a 12 asaltos. Si un pugilista ha dado los golpes más certeros y contundentes y se siente ganador en el 11º, lo normal es que salga al 12º a revolotear como una mariposa y a picar como una avispa, a la usanza de Muhammad Alí, para consumir los últimos tres minutos y levantar victorioso los brazos.
El boxeador que va perdiendo, por el contrario, sale al último asalto maltrecho y desesperado a dar el todo por el todo, a dejar el alma en cada golpe, si es que puede conectar, pues su rival lo que hace es eludirlo con pasos al costado, y jamás se dejará arrinconar contra las cuerdas a riesgo de un “lucky punch”.
Algo parecido sucede con el cacareado y frustrado debate final entre Iván Duque y Gustavo Petro. El candidato del Centro Democrático se sabe ganador porque tiene más pueblo, mejor programa, pulcros antecedentes y las encuestas serias lo definen ganador con más de 15 puntos de ventaja. Es el Pambelé de este símil. El candidato de la Colombia Humana se sabe perdedor y por eso ha buscado este debate final con desespero, es la única oportunidad para dar ese “luchy punch” que voltee el resultado. Con un agravante: en el ring está Duque, pero en realidad le quiere pegar a Uribe, que está en la esquina.
Resulta absolutamente necio, facilista, inmaduro y acomodaticio calificar la negativa de Duque como un acto de cobardía, debilidad, incapacidad o incompetencia; por el contrario, es el lógico actuar del que tiene la Presidencia cercana y ni p’al putas va a darle papaya al contrincante. Si es por debates, ya Duque le dio “sopa y seco” a Petro, Vargas, Fajardo y De la Calle en los extenuantes y repetidos previos a la primera vuelta. Demostró que está capacitado, que tiene claro qué modelo de país y sociedad propone, que supera en fundamento y argumentos a sus adversarios, que sabe exponer sus diferencias sin insultos ni menosprecios, y que es el que es.
De Petro es de esperarse cualquier golpe bajo, como frecuentemente los ha dado en su larga trayectoria, tanto en la ilegalidad armada y criminal, como en este lado. Con cinismo desbordado quiere recular en temas medulares como la dictadura de Venezuela, el respeto a la propiedad privada, entre otras pifias de su discurso inocuo y desorbitado, y es por eso que ha anhelado la oportunidad de un nuevo debate. Para bien de Colombia y mal de su campaña, llega al último round casi noqueado, con las piernas temblorosas, los ojos hinchados, las cejas rotas y los labios reventados. Y todo eso en franca lid.
Los debates políticos tienen su momento, y el debate final Duque-Petro no lo encontró. Fajardo se matriculó con el voto en blanco; De la Calle le dijo a Petro que si no logró convencer que votaran por él, menos por otro; fuerzas liberales, conservadoras, verdes, Vargas-lleristas y de otras corrientes se alinearon con Duque, y las encuestas confirman la tendencia nacional que lo pone en la Presidencia. Mientras Duque se quedó con el centro y la derecha, Petro no pudo unir a la izquierda y el debate se quedó sin momento, porque nada hubiera definido ni cambiado, y porque no podía ser la tarima del nuevo discurso de la reculada del año, ni el escenario para golpes bajos.
Como en las tapitas de gaseosa: gracias por participar, sigue intentando.