Por César Pión González (Especial para Revista Zetta).- El crecimiento de la insatisfacción social de nuestra ciudad, ratifica que las políticas públicas aplicadas no arrojan resultados que satisfagan al ciudadano, situación que podemos atribuir a una mala aplicación, mal diseño, implementación parcial o simplemente no desarrollar lo que hemos anunciado.
Estas razones me obligan a insistir en la importancia de poseer o convenir con las universidades e instituciones afines, un monitoreo y medición constante para lo que se decida, se apruebe o manifieste como solución a una problemática, se desarrolle con el mejor resultado posible.
En días pasados la exposición en el auditorio del Concejo de parte de algunos funcionarios y representantes de las juntas comunales de los barrios Manga y Pie de la Popa sobre la movilidad, el control urbano, las construcciones y el medio ambiente, reafirmaron con sus planteamientos que los planes de desarrollo y políticas públicas en su mayoría, continúan simplemente en expectativas con una alta dosis del para qué, pero, carentes de elementos que permitan cuantificar y medir el cómo y con qué se materializará lo propuesto.
El deseo y el intento de muchos funcionarios seguirán naufragando hasta tanto el Distrito no reorganice su estructura administrativa, estabilice en vinculación formal funciones indispensables de algunas OPS, y se socialicen los procesos sin la maña en la que solo están presentes los interesados, que son los que sustentan y aplauden bajo la afirmación del beneficio.
Mientras la ciudad se ‘pandemiza’ por el contagio de las conductas inmorales o incívicas, el incumplimiento de las normas, la no sanción o corrección de ellas continuará siendo el hilo conductor con un mensaje claro de arrojar basura a las calles, ocupar los espacios públicos de los frentes de las casas y locales comerciales, recoger y bajar pasajeros donde nos dé la gana, volarnos las filas para ingresar a espectáculos públicos e irrespetar la secuencia vehicular en los trancones, entre otros. Pero, si nos detenemos a analizar el momento en que nuestra obediencia pasa a la desobediencia, cuando sobrepasamos las normas que mantienen el orden en nuestra ciudad, podremos confirmar la secuencia y la rapidez sorprendente con que deterioramos el orden, pues la conducta incivilizada contagia en secuencias.
Por tal razón, invito al alcalde que finalice este cuatrienio a iniciar acciones de reestructuración, expropiación de baldíos públicos ocupados ilegalmente, y de aquellos que estrechan continuamente los andenes para ampliar sus jardines, o montar cualquier clase de negocio, obligando al peatón a desplazarse sobre las áreas de tráfico vehicular e induciendo al contagio de la teoría la “Ventana rota”, o como dijeran nuestros abuelos, “a la tierra que fueres, haz lo que vieres”.
“El crecimiento de la insatisfacción social de nuestra ciudad, ratifica que las políticas públicas aplicadas no arrojan resultados que satisfagan al ciudadano (…)”