(Por Paulo A. Sánchez – www.apalusos.com).- Se colgó el cartel de «No hay billetes» en la Santamaría de Bogotá para la primera corrida de la temporada en la capital colombiana. Respondió la afición al reclamo de un cartel encabezado por El Juli. El madrileño se estrelló con un toro de Juan Bernardo Caicedo parado y aplomado que abrió plaza. Abrevió El Juli, que no tuvo ninguna opción de triunfo. Defendiendo su condición de figura, El Juli puso en pie a La Santamaría con un quite por lopecinas al cuarto. La faena fue de un solo protagonista, Julián, porque el toro apenas se desplazó, le costaba. La fuerza escasa y la casta medida para una faena de una capacidad enorme de tiempos largos y la serenidad de quien es figura. El final aparatoso no hizo justicia al conjunto, pero no desajusta el balance de un Julián poderoso que se impuso sin bajar la nota y conquistando nuevamente a La Santamaría, que le pidió las orejas con mucha fuerza. Ya el rasero no daba opción a menos premio, porque además la estocada rubricó la gran labor. Dos orejas y algunas palmas en el arrastre al toro.
Luis Bolívar emborronó en la suerte suprema una entonada faena al segundo de la tarde. El toro de Caicedo tuvo emotividad y carácter. Tuvo las complicaciones de la casta. El colombiano, firme y entregado, cuajó una labor de más a menos, ligada por el pitón derecho y con menos continuidad por el izquierdo, por donde el toro soltaba la cara. Faltó rotundidad a la actuación. La mala colocación de la espada no fue impedimento para que se le concediera una oreja pese a que la petición fue minoritaria. Bolívar salió espoleado en el quinto tras ver que sus compañeros de terna ya tenían asegurada la puerta grande. Buena faena del caleño, que tuvo dos partes, la primera de mando y temple, y la segunda de más recursos y brega con altibajos. El toro fue bravo y pidió credenciales, y no es que no fueran presentadas, pero el listón estaba muy alto y un cartel de figuras exige triunfar con más contundencia. La estocada fue buena, pero la oreja, que le aseguró la salida a hombros, fue muy protestada. Luis recogió el trofeo, pero no dio la vuelta con él, contrariado por la división de opiniones.
Roca Rey saludó con cadencia y manos bajas al tercero. El toro tuvo buena condición pero poca fuerza y apenas se le señaló un puyazo. El quite puso en pie a la afición, por firme, variado e impetuoso. Toda una ceremonia el brindis, sabiéndose dueño de la taquilla. La faena rompió desde los estatuarios del inicio, luego, una fórmula, valor y riesgo, pero con el toro venido a menos no apareció la ligazón. Se aquerenció el toro y allí mismo el torero fue a buscar la faena, sin continuidad pero sí estoicismo, pasándoselo muy cerca, su sello. No fue una gran faena, pero toreó como un grande para el público al hilo de las tablas. Fulminante estocadón y las dos orejas en el esportón.
Otra versión ofreció el peruano en el que cerró plaza, la del compromiso con el temple aunque sin mucha fortuna. Costó por lo incierto de la embestida del toro y porque no tuvo entrega como la mayoría de sus hermanos del encierro. Pero con Roca Rey hay una garantía y es la de la honradez irrenunciable. Porfió hasta sufrir una voltereta y con el toro rajado intentó la fórmula del reposo. Las cercanías le vienen bien, sin embargo las opciones se redujeron a las ovacionadas bernadinas del final. Silencio y pitos para el toro en el arrastre.
Bogotá (Colombia), domingo 10 de febrero de 2019. Toros de Juan Bernardo Caicedo, bien presentados, aunque de juego desigual. El Juli, silencio y dos orejas; Luis Bolívar, oreja y oreja; Roca Rey, dos orejas y silencio. Entrada: Lleno de «No hay billetes».