Fue Napoleón, el Grande, quien en la campaña militar de 1812 quiso conquistar Rusia en la estación fría o invernal. Sin embargo, sus ejércitos no pudieron llegar, siquiera, a sitiar una ciudad. Los estragos que el frío, la lluvia y la nieve produjeron en sus tropas fueron tales, que al recio y genial militar no le quedó más salida que la retirada con sus diezmadas fuerzas. Fue entonces cuando al explicar su fracaso dijo «nos derrotó el General Invierno». Pero no fue al único militar al que le tocó soportar los embates del frío, la lluvia, la nieve, los vientos, etc que vienen con el invierno. La historia militar nos recuerda que a Hitler le pasó lo mismo en la II Segunda Guerra Mundial, también en la campaña contra Rusia; a las fuerzas de los aliados también casi los lleva al fracaso en el Día D, en la toma de Normandía; y al mismo Libertador Simón Bolívar, al cruzar el Páramo de Pisba durante la Campaña Libertadora, le fue diezmado su ejército por los rigores climáticos.
Pues bien, utilizo el símil para referirme a la llegada del invierno a nuestra región y a nuestro país. Ya empezamos a sufrir las consecuencias de las inundaciones, que antes se daban sólo en los sectores ribereños y en las cuencas de nuestros ríos, pero que ahora se dan en las grandes ciudades por muy alejadas de estos que se encuentren. Los arroyos urbanos que destruyen y arrasan todo a su paso, llevándose inclusive vidas humanas, ya no son un fenómeno exclusivo de la ciudad de Barranquilla. Ya tenemos esos arroyos en la mayoría de nuestras ciudades. Los tornados o vendavales se repiten por todos lados y sus consecuencias de casas destechadas, árboles tumbados, postes y cables eléctricos en el suelo, etc., son ahora frecuentes hasta en las grandes urbes colombianas. Los caños y canales taponados o desbordados inundando nuestros barrios y las veloces y violentas escorrentías por las llamadas calles canales, se han convertido en el nuevo azote de nuestros ciudadanos y sus propiedades. En Cartagena los desbordamientos de la Ciénaga de la Virgen y del sistema de caños, lagos y lagunas interiores, así como de la bahía de nuestra ciudad, son también consecuencia del cambio climático y del invierno.
A qué se debe todo este pandemónium? Únicamente a la acción humana y de los gobiernos. El cambio climático del que tanto oímos es una realidad consecuencia de la destrucción del planeta por el hombre. Las enormes cantidades de cemento con que construimos calles y carreteras, impiden la percolación de las aguas. La construcción de vías sin alcantarillado pluvial es un atentado contra los ciudadanos. Las asentamientos en zonas de alto riesgo y las invasiones de terrenos desocupados sin ninguna infraestructura, también son otro factor de desastres anunciados. La negligencia en Cartagena para la construcción, ampliación y optimización de todo el sistema de drenajes pluviales, prometido desde hace por lo menos tres o cuatro administraciones, es otra causa de mayores males.
Decir que es urgente y prioritario que los gobiernos se apliquen a las obras de mitigación del cambio climático, o a subsanar las deficiencias de la infraestructura actual, o a diseñar, financiar, administrar y operar una eficaz política de Control y Mitigación de Riesgos, como los obliga la ley; o que es mandatorio un re- ordenamiento del territorio a través de un nuevo POT; o decir cosas obvias, como que no deben hacerse más vías sin alcantarillado pluvial o que debe licitarse y adjudicarse urgentemente la optimización del sistema de drenajes pluviales, es ya una perogrullada.
Sí nuestros gobernantes no asumen sus deberes con efectividad, si no se ponen al frente de la situación con oportunidad y responsabilidad, si los ciudadanos no contribuimos a la conservación del planeta, el general invierno seguirá al mando y ganándonos todas las batallas.
COLETILLA: Cuando Dios quiso castigar a la humanidad por sus muchos pecados, le envió el diluvio universal. Que no nos hagamos castigar de nuevo por nuestro pecados contra el planeta tierra.
Cartagena, Octubre 9 de 2014