Por John Zamora (Director Revista Zetta).- Los tiempos actuales son de redes sociales, donde pulula los más variopinto de todo lo habido y por haber. Política también.
Un abnegado estudioso con títulos en prestigiosas universidades puede tener pocos seguidores, mientras un chabacán deslenguado puede arrasar con sus barbaridades. Puede pasar de todo en las redes.
Frente al asunto de la Alcaldía de Cartagena, por ejemplo, en Facebook se habla mucho de acabar la corrupción.
¿Cómo mejorar el servicio de Transcaribe?
-Acabando con la corrupción.
¿Cómo frenar la inseguridad en las calles?
-Acabando con la corrupción.
¿Cómo hacer nuevas vías, viviendas, hospitales, escuelas?
-Acabando con la corrupción.
¿Cómo generar empleo, atraer más turistas, tener más inversores, posar nuevas industrias, dinamizar el comercio?
-Acabando con la corrupción.
¿Cómo hacer unas Fiestas de Independencia más cívicas y participativas?
-Acabando con la corrupción.
¡Eureka! Así, cualquiera puede ser alcalde, pues la solución a todos los problemas es una: “Acabando con la corrupción”. Fácil.
Es un enunciado seductor, irresistible, fácil, atractivo, tanto que cualquiera lo puede enarbolar. Un maltratador de mujeres, evasor de impuestos, acosador laboral, explotador infantil, pensionado multimillonario, paracaidista, oportunista, cocainómano, vengador anónimo, alcohólico, paranóico, esquizofrénico … cualquiera puede ponerse este disfraz y filtrarse en el noble ejército cartagenero que de verdad quiere una mejor ciudad, no solo libre de corrupción, sino con educación de calidad, oportunidades, inclusión y virtudes similares de las que carecemos actualmente.
Por eso hay que examinar con guantes de cuero y pinzas a quienes posan de anticorruptos. Puede que sea un lobo con piel de oveja, o puede resultar un inepto peor que cualquier otro populista.
Los lobos con piel de oveja se descubren fácilmente porque la baba se les escurre cuando ven a Caperucita. Es más difícil descubrir al inepto, porque llegan al poder envueltos en una capa mesiánica, portando una varita mágica… Y pasan seis meses, y pasa un año… y pasan cuatro y no pasó nada. Aquí somos expertos en tener ineptos e ineptas en el Palacio de la Aduana.
El verdadero problema del inepto que pose de anticorrupto es que lo podrán conocer mucho en Facebook, pero en los barrios será una pila de basura. Vendrá el 27 de octubre y los presagios faraónicos de la red social se estrellarán con la realidad, y se deberá acudir a la excusa del fraude electoral o cualquier otra. Eso le pasa a las burbujas, que por muy grandes estallan con la punta de un alfiler.
Una ciudad como Cartagena y sus circunstancias actuales no requiere un policía para que ande de escritorio en escritorio buscando corruptos, pues sería un disparate pasar del populismo de Campo o Manolo, al populismo del cazaratones. No.
Tampoco podemos pasar, cual péndulo, al otro extremo de postular como solución a un gerente. “La ciudad requiere un gerente. El alcalde debe ser un gerente. La Alcaldía es la principal empresa de Cartagena y exige un gerente”. Ese discurso es tan gaseoso como excluyente.
No. La ciudad requiere un gobernante, y, más que eso, un estadista. El policía cazaratones y el gerente pueden ser asesores, secretarios de Despacho, e incluso una OPS, pero el alcalde tiene que estar por encima, ejerciendo sus funciones. Gobernando. Esto es serio, no un muro de Facebook.