Por Danilo Contreras (Especial para Revista Zetta).- Un capítulo especial en la historia universal de la infamia merece un macabro personaje de la Alemania nazi: Su nombre, Ernst Rohm.
Luego de la oprobiosa Primera Guerra Mundial y del humillante tratado de Versalles que impuso condiciones de indignidad a los vencidos, entre ellos, fundamentalmente, Alemania; sobrevino en aquella nación un estado permanente de confusión y agitación que fue copado por fuerzas extremistas de izquierda y derecha, que no tardaron en tomarse las calles.
En ese infernal caldo de cultivo surge el personaje mencionado como el más abyecto servidor de los interés totalitaristas del nefasto Adolf Hitler. Por la época, Rohm en su afán de dominación crea una milicia que la historia recuerda como la SA, civiles ataviados con camisas pardas que enfrentaban en las calles las manifestaciones de fuerzas políticas de izquierda y en general de todas aquellas que fueran contrarias al Nacionalsocialismo del cual las SA eran un aparato.
Como la historia no se cansa de macabras repeticiones, en el siglo de las revoluciones virtuales en red, en las breñas de un mero país suramericano, una ventolera fascistoide tiene lugar por cuenta de un grupo de ciudadanos de la Bella Villa de Medellín, que han resuelto conformarse en defensa de la vida, honra y bienes de los ciudadanos paisas frente a la amenaza de disturbios y destrucción de que se ha revestido el ejercicio del legítimo derecho a la protesta que impulsan organizaciones sociales para el 21 de noviembre de este agitado año.
El asunto es francamente alarmante dado el tono altanero de quien lidera el grupo de civiles antidisturbios, quien se hace llamar por el alias de “El Patriota”. Francamente NO es mi patria la que profesa esta mala y andina versión del ario Ernst Rohm.
Hasta donde precariamente recuerdo, el artículo 2do de la Carta señala que: “Las autoridades de la República están instituidas para proteger a todas las personas residentes en Colombia, en su vida, honra, bienes, creencias, y demás derechos y libertades, y para asegurar el cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de los particulares”.
Esta mañana he escuchado las patéticas declaraciones de este “patriota” que pese a los llamados a la sensatez, insiste en su propósito supremo que le permitirá a los ciudadanos de bien de la capital paisa, mantener a salvo sus propiedades e integridad personal, según alega. Mientras tanto no se escucha a ninguna autoridad civil o militar desautorizar, enérgicamente, la velada amenaza de este personaje al ejercicio constitucional a la protesta que tienen los sectores que la promueven. Un manto gris se cierne sobre la posición de las autoridades frente a estas iniciativas.
Expresiones como estas implican un desconocimiento de las autoridades legalmente constituidas para asumir el orden, buena marcha y garantía de la protesta, con lo cual se abre un expediente nuevo de eso que llaman “Estado de Opinión”, pues no son pocos los buenos e incautos ciudadanos, que frente al temor que causan las especulaciones que pululan en redes acerca de la protesta del 21 de noviembre, muestran simpatías por este peligroso movimiento y personaje. En eso vamos.