El niño inteligente: Un relato por encargo – Juan José Romero Parra

Por Juan José Romero Parra (Especial para Revista Zetta).-  “El niño que fuiste no se avergüence del hombre que eres”. Recuerda que así le había dicho su abuelo, en la última visita onírica que le hizo. Porque con mucha frecuencia él sentía una especie de sombra, o una fuerza sobrenatural que lo acompañaba.

Algo difícil de explicar, pero, estaba ahí, siempre presente.

El mismo abuelo que cantó Carlos Vives en “LOS BUENOS TIEMPOS”. Aquel, quien salía orgulloso a pasearlo entre las amistades, para que vieran a su nieto inteligente.

-Ombe, ese pelao vino para grandes cosas.

-Ese si será un hombre de servicio.

Llovían los comentarios y le conseguían una silla, mientras se agotaba la jornada de esas tardes decembrinas en la orilla del Canal del Dique; sintiendo la brisa que mezclaba los olores del pescado frito de la Fonda de Zoila con el aroma de las frituras de María Chirrete, que en la misma manteca freía arepas, carimañolas, chicharrones, pajarilla, bofe, chorizos, buñuelos de frijol, arencas y barbulitos.

Siendo el nieto que le demostraba más cariño, el abuelo se preparaba cada año para recibir esa visita: el Land Rover del doctor Próspero servía para las expediciones que organizaban hasta la ciénaga de Capote y también hasta el poblado de Higueretal de las Flores o la Hacienda del Nenanco  (contemporáneo del abuelo, 1.80 de estatura y 140 kilos de peso)

No faltaban los paseos en lancha y las tardes de pesca en el bote de Fidias Alberto –La Bolúa, remoquete que adquirió en una población  donde es usual cambiarle el nombre a las personas-  Acudía a las reuniones con los contertulios del abuelo, quienes así como jugaban ajedrez y discutían sobre la primacía de Kasparov o la inteligencia de Anatoly Karpok y organizaban torneos de dominó donde Toño El  Pompo, se gozaban escuchando a la criaturita dando discursos con su “media lengua” –afirmación de la bisabuela Ana Luz Padilla, “liberal de racamanda” como se autodenominaba cuando le preguntaban su nombre-  El Niño tenía dificultades al pronunciar la C y la T.

El Canal del Dique en su paso por Soplaviento.

Hubo una ocasión cuando Cicerón, se refirió a él :

-Oye, Blas, qué tanto te crees con ese nieto tan maluco!

El Niño respondió –para la historia de la comarca- :

-Más Maluto eres tú!

Desencadenando una carcajada que se extendió a través de todos los pueblos de La Línea y formó un remolino descomunal en la desembocadura del Canal del Dique, que en Pasacaballos sale a besarse con el mar Caribe en la bahía de Cartagena. Hasta el final de los días de Cicerón, los dos se reconocían con ese bautizo que apadrinó el cariño y la admiración mutua.

Niño entre sus contemporáneos con quienes compartía juegos, travesuras y aventuras. Inteligente entre los mayores que gozaban esa mezcla extraordinaria de inocencia, ingenuidad y ternura, con la agudeza intelectual y la elocuencia de una mente que captaba cada detalle y el prodigio de rememorar acontecimientos familiares sucedidos antes de su nacimiento; cuando desde el vientre materno ya interactuaba con quienes iban a visitar a su progenitora que convalescía por el diagnostico de un embarazo de alto riesgo.

Juan Camilo con su madre, Cecilia López.

La madre que desde su pubertad, siempre clamó por sentir la maravilla de procrear un hijo, encontró la respuesta a sus peticiones con la llegada del forastero enviado por el Arzobispo para la Cura de Almas y la Guía Espiritual a las ovejas descarriadas de ese lejano y olvidado pueblo.

Lugar de Dios, donde la gente se moría de vieja y de pronto. (de Pás – Pús, como describe Mariluz Pérez: los médicos acá pasaban desocupados. Los enfermos eran pocos; eso sí, en cualquier momento, alguno se acostaba y no amanecía, se iban sin avisar. “y lo más grave era que quien moría así no se iba solo, se llevaba dos o tres, en gajo.” Afirma el profesor Félix Buelvas. “No diga gajo, Profe. Racimo, se le escucharía mejor”. Interpela Emiro Daza y Castillo. “EDAYCAS” como lo pronunciaba Joche Sarmiento, quien le conocía la vida a todo el pueblo desde su ocupación como el telegrafista de la Empresa de Telecomunicaciones y manejaba el único teléfono del pueblo.

Le apasiona la política y escuchaba con atención a la matrona Cornelia Daza, quien todavía se ruboriza –con sus ochenta años a cuestas- cuando recuerda aquella visita del caudillo liberal Eduardo Santos, a su comarca. Interviene en las controversias de su bisabuela Ana Luz Padilla con Julio Nelson –el comerciante de pieles de cocodrilos y babillas- quien cuando se le agotaban los argumentos profería un sonoro “Eche que Va!” y partía.

Con el sacerdote Agustín villar, gran amigo.

Refería –para deleite de todos- la anécdota del hijo de Zoila y Vicente Amor, cuando en una convención del partido Conservador, en la finca de Quinto Guerra, emocionado con la ingesta de ron Tres Esquinas, aguardiente, cerveza y whisky de contrabando. Exclamó con toda la fuerza de sus pulmones: “¡ Que viva el partido Liberal!” y al notar el silencio sepulcral –la banda papayera dejó de tocar, los gallos de pelea quedaron suspendidos en el aire de su combate inconcluso; los chicharrones se fueron al fondo de los cuarenta calderos de manteca caliente. El gesto amenazante de los patriarcas godos, le hizo reaccionar y gritó: “¡Bueno! Y el Partido Conservador, también!”

Tenía catorce años cuando en la plaza de Arenal dio su primer discurso, a instancias de su querido Tío Blasito.

La rueda de Cronos no cesa de girar y el tiempo, en su andar, no se detiene. Nos estancamos –los seres humanos- cuando, apegados a las vivencias que marcan hitos en nuestro existir, dejamos de avanzar con las manecillas del reloj y nos quedamos rezagados: la comodidad de no queremos perder lo que tenemos, el miedo a seguir hacia lo desconocido e incierto del devenir o aferrados a la seguridad del pasado quedamos anclados y dejamos “que pasen carros y carretas” como decía la Vieja Juana Parra, bisabuela paterna del Niño.

El Niño se creció. Pasó la pubertad y la adolescencia. Con la juventud a cuestas, siendo un profesional universitario, dirigente del partido Liberal,  con un futuro promisorio. Gozando del reconocimiento público de sus excelsas cualidades humanas, intelectuales y espirituales, después de haberlo probado todo y reteniendo lo bueno, -como lo recomienda la Sagrada Escritura- se fue sin despedirse.

Su alma estaba llena de música. Toda su existencia se hizo canción y así lo despedimos. Con el llanto incontenible de saber que no está como quisiéramos que estuviera en sus labores habituales. Con el vacío de su ausencia física que ningún otro ser humano podrá llenar, pero con la certeza que brota de la Esperanza en El Dueño de la Vida, se supera el luto y se elabora el duelo manteniendo la seguridad de encontrarnos de nuevo en la Patria Celestial.

Posdata. En una de nuestras interminables tertulias, JUAN CAMILO me retó para que le hiciera un relato que fuese como un cuadro o una fotografía suya. Le mostré varios borradores y siempre me decía: “TODAVÍA FALTA”.

Ciertamente, JUANK. Siempre faltará porque no cabe, en ningún espacio físico, tu talla de Hombre Grande y todo lo que sembraste e inspiraste en quienes tuvimos la inmensa fortuna de tenerte cerca y recibimos la bienaventuranza de ser tus compañeros de camino. El amor dura siempre y ese lazo que nos une se mantiene.  Hasta la Eternidad.

Juan José Romero Parra

JUAN JOSÉ ROMERO PARRA.

jjromeroparra@hotmail.com

Cartagena. 9 diciembre de 2019.