La súbita muerte de la gallinita – Opinión de John Zamora

Por John Zamora (Director de Revista Zetta 20 años).-  Con los ingresos en cero, la industria del turismo tendrá que reinventarse por completo para superar la aguda y casi fatal crisis generada por la pandemia.

Es un renglón muy importante porque genera mucho empleo directo e indirecto y mueve la dinámica local. En el caso de Cartagena de Indias, es uno de los pilares de la economía y su catástrofe sacude nuestros cimientos.

La pandemia de Covid 19 mató de súbito a la gallinita de los huevos de oro y escenificó una foto dantesca: hoteles cerrados, aeropuerto cerrado, cruceros cancelados, restaurantes cerrados, bares cerrados, plazas y calles cerradas, playas cerradas. Músicos, meseros, camareras, concineras, botones, guías, todos guardados. Cero es cero.

La reactivación tomará mucho tiempo, en especial la del turismo internacional, pues depende mucho de las decisiones gubernativas de cada país en materia migratoria y en regulaciones para el tráfico aéreo y marítimo de pasajeros, amén de la recesión que hará priorizar otras actividades antes de pensar en un paseo vacacional.

Reinventar la industria singifica tomar muchas decisiones, siendo la primera de ellas la necesaria unidad: remar todos en la misma dirección y con sentido gregario.

En esa tarea será imprescindible e indispensable el trabajo con el gobierno nacional y local, para diversos asuntos vitales: regulaciones tributarias, fondos para la reactivación, estímulos, promoción, entre muchos otros aspectos.

También será una oportunidad para potenciar lo que se venía haciendo bien y rectificar lo negativo, algo en donde la industria abundó. ¡Y abundó en pilas!

El turismo no puede volver a poner contra las cuerdas a la naturaleza. Por ejemplo, ¡dichosas Playa Blanca e Islas del Rosario que pudieron respirar sin los miles de depredadores que las venían acabando!

El turismo no puede volver a abusar del éxito de un destino y hacer de Cartagena de Indias un lugar insoportable. Por ejemplo, céntricas calles atestadas; restaurantes que cobraban mucho y servían poco; turistas atormentados por reguetoneros, palenqueras, artesanos, y variopintas rémoras multiofertas; taxistas clavijeros con la tarifa; mercaderes de droga y sexo con menores bajo el marco de la Torre del Reloj, ente muchos otros lunares.

El turismo no puede volver a abusar de las tarifas de hotel. Por ejemplo, los increíbles millones por noche que llegaron a cobrar el Fin de Año… (menos mal que lo atenuaban con un “desayuno incluido”… ¡valiente consuelo!).

El turismo no puede volver a tener aerolíneas vampiras, que le chupaban la sangre al viajero en temporada alta: era más barato ir a la mismísima Patagonia que volar a Cartagena en Semana Santa, junio o diciembre-enero o lunes con puente festivo.

El turismo no puede volver a tener autoridades mediocres e instituciones inoperantes. Por ejemplo, la Dimar debe dejar de “pantallear” y ponerse seria con los controles. La Corporación de Turismo debe desaparecer para darle paso a una Secretaría de Turismo, con política pública.

En definitiva, el turismo no puede volver a someter a Cartagena al abuso continuado y creciente so pretexto de generar empleo y riqueza. Al igual que pasa con el parque automotor, que inunda con más carros las mismas calles, todo destino tiene un límite, y cuando se desborda, se deforma.

Ante el cadáver de la gallinita, la industria ya sabe que no puede volverla a matar. ¿O sí?