Estoy seguro que Raimundo Angulo Pizarro está todo lleno de imperfecciones, pero no tantas como las que se le atribuyen en Cartagena de Indias, la capital mundial de la envidia y el canibalismo.
Aunque muchos creen que se dedica única y exclusivamente al Concurso Nacional de Belleza, es decir, a organizar el certamen como tal, en realidad tiene muchas otras ocupaciones y preocupaciones, pero ninguna es estar pendiente del “qué dirán”. Es más, podría clasificarse dentro de las personas que actúan “a pesar de”…
Cada vez que lo veo, me acuerdo de una de las mejores enseñanzas del colegio Salesiano. San Juan Bosco decía que si una persona tenía 99 defectos y una virtud, mirásemos sólo esta. Creo que en Cartagena se le pretende juzgar siempre por alguno de los 99 defectos que todo ser humano tiene, que por aquella virtud que tal vez sólo él posee. Y es que alguna virtud ha de tener para mantenerse siempre -él y el CNB- en la cresta de la ola, sin naufragar.
A veces pienso que se le detracta por aspectos de forma y no de fondo. Y es que hay que reconocer que Raimundo tiene el don de caer bien o mal al 100%. Por ejemplo, si obtienen una cita en su oficina, hablar con “Rai” es saber que hará un uso cuasi-monopólico de la palabra, con ínfulas de perfección, sabor a regaño, con sinuosidades tanto de tono como de volumen, con riesgo latente de reprimenda lingüística por contrapuntear, y la implícita concesión de siempre “tener la razón” (conste que no estoy hablando de una cita en el Despacho del Gobernador Gossaín). Podrá ser así, pero también el contertulio podrá tener la certeza de su sinceridad, buena fe y franqueza. Habrá un sí o un no, pero no exclusas ni falsas expectativas. Ese es su estilo, chocante para unos, manejable para otros.
Sé que su oficina es una especie de permanente laboratorio cívico, donde se mueven muchas iniciativas. La gente le habla porque sabe que tiene liderazgo y capacidad de influencia. Otra cosa es compartir o no lo que se proponga, pero de que se le escucha, se le escucha.
Desde hace más de 20 años dejé de solicitar credencial de prensa para cubrir el Reinado por la sencilla razón que no le tengo paciencia al tema, me repulsa. No hago parte de su comité de aplausos ni de el foso de cocodrilos que lo quiere devorar. Creo que a veces se equivoca, a veces acierta y a veces anda en tonos grises. Pero también creo que nadie se puede engañar respecto de sus convicciones ni de su forma de manejar “su” certamen. El CNB es “suyo”, de “su propiedad”, así su naturaleza jurídica sea la de una corporación, es la de Raimundo. Guste o no. Quienes no entiendan esto se chocarán contra una pared, como el cantante de champeta que alucinó con cantar uno de sus arrebatados temas en un barco con un solo capitán. ¡Imagínense! “Qué demande” fue la respuesta del querido Rai, un hombre forrado en seguridades jurídicas.
Todos sabemos que el tiempo es implacable y que Raimundo no será eterno; de seguro ya tiene prospectada su sucesión en el CNB, pero que nadie se equivoque: se siente fuerte y con combustible. Hay Raimundo para rato, para tragedia de sus malquerientes, para fortuna de quienes hemos aprendido a apreciarle… (fundaciones, reinas, periodistas, parques, empresarios, músicos, murallas, monumentos, soñadores, etc., etc., etc…)