Análisis de John Zamora (Director de Revista Zetta).- Estreno histórico, la moción de censura al secretario de Planeación es también la foto de la abisal distancia política entre un alcalde camorrero y un Concejo calculista.
“Perro viejo ladra echao” y así, con paciencia, soportando los embates agrios y frecuentes del alcalde, el Concejo le asestó un golpe certero a su yugular política, y lo dejó solo con el débil argumento de la “persecución política”, pues al tiempo que sacaban a Ávila, le aprobaban un presupuesto de $2 billones, donde casi tres cuartas partes son para inversión, todo un abultado cheque para que Dau lo gaste a sus anchas.
¿Persecución política con billón y medio de pesos para invertir en 2021? ¡Ya quisiera cualquier otro alcalde que lo “persiguieran” así! Y lo mejor, sin contratos ni coimas ni OPS ni nada a cambio. (Se supone).
Aquí no hay persecución, concepto necio donde el que lo esgrime se victimiza, sino una verdadera guerra política. Tu me tiras las cajas, yo te tiro los cajones.
El primer capítulo lo vimos el 2 de enero, cuando el recién posesionado alcalde William Dau llegó al Concejo y les advirtió que si votaban por Carmen de Caro como Personera, lo tomaría como declaración de guerra.
Era el gobernante diciéndole a la corporación cómo no debía votar, metiéndoseles al rancho. Adiós autonomía. Hacerle caso era arrodillarse enseguida.
Después vino el madrazo. Una reacción grotesca del alcalde porque el Concejo descubrió que su zarina anticorrupción, Lidy Ramírez, no reunía los requisitos, y debió irse. Tras la puteada vino la mediación de un aliado inesperado de Dau, el arzobispo Jorge Enrique Jiménez, quien más adelante jugaría a favor de la ahora excontratista OPS exprimera dama por las alteraciones de sus certificados.
El tono de Dau siempre estuvo acompañado del espejo retrovisor: los concejales son coautores del saqueo de Cartagena, son malandrines, están ardidos porque no tienen puestos ni contratos, tienen sed de erario.
En la diatriba estaban incluidos los concejales nuevos, que no tenían velas en el pasado, y los “de gobierno”, hasta que se reventaron. Primero Javier Julio y luego los verdes Ariza y Mendoza, quedando solo con la “peso pluma” Claudia Arboleda.
Aunque en un momento hubo una colación proDau, esta se reventó cuando eligieron un contralor farsante, que meses antes había sido nombrado por Dau en Edurbe. Hoy sigue la Contraloría Distrital en manos de un encargado, el mismo que suspendió a la secretaria general por causa del tormentoso contrato de la fallida Primera Dama.
En el interregno, al gobierno le aprobaron todo lo que pedía, como el Plan de Desarrollo “Salvemos Juntos a Cartagena” o las incorporaciones por $88 mil millones. Eso es tener Concejo. Eso es “persecución política” (jaja).
Pero la “rasquiñita” seguía y se abrió la puerta para una Moción de Censura, primero a la endeble secretaria de Educación, Olga Acosta, por el preocupante manejo del PAE (huevos por atún) y luego al cuestionado secretario de Planeación (18 votos en sólido bloque). La arrogancia de Dau le impidió ver lo que se venía, y no hizo la tarea ni él ni su corte.
La moción es un instrumento político y se debió conjurar en términos políticos, pero guerra es guerra, y el Concejo echó mano de argumentos técnicos para justificar su sanción, así como bien pudieron encontrar caminos para librarlo de estrenar esa figura. En términos nuestros: Ávila pagó el pato.
Dicen que nadie se debe meter en pelea de marido y mujer, y como siempre hay un invitado inesperado, llegó la oportunista y demagoga defensa del erosionado Consejo Gremial de Bolívar, lo que suscita inquietantes inquietudes, e invita a pensar que si tanto defienden al saliente funcionario, es porque le caminaba a sus intereses privados… hasta que Dau vuelva a putearlos…
Entre tanto, vienen las sesiones extras, vendrá una nueva Mesa Directiva en el 2021, y la situación Dau-Concejo será la misma: guerra política.