La inspectora – Opinión de John Zamora

Por John Zamora (Director Revista Zetta).- Cartagena de Indias, 10-03-2021.- Hoy inspeccionó mangles; ayer construcciones; antier hospitales; días atrás huecos en vías, o paraderos de Transcaribe, o ventas ambulantes, o playas, o el cerro de la Popa… Se la pasa inspeccionando, posando para la foto, y no pasa nada. Es la Personera Distrital de Cartagena, Carmen Elena de Caro, quien comenzó su gestión augurando un despertar del letargo de ocho años de la entidad en manos de William Matson, pero fue solo un ligero pestañeo: la entidad sigue dormida.

La Personería no puede evitar mostrar su alicaído estado, tanto en sus nuevas instalaciones y recursos, como en su gestión, y en medio de la estrechez financiera se mueve el accionar estratégico de la personera, que comienza también a ser cuestionada por sus propios trabajadores.

No obstante, hay asuntos que no dependen de presupuesto ni de asunto distinto al ejercicio de la autoridad. La Personería no disciplina a nadie, todo se va en anuncios de investigaciones, pero nunca en decisiones ejemplares.

Bastante le puede aprender a la directora de Controlo Interno de la Alcaldía, María Victoria Olier Martínez, quien ha demostrado con hechos que es una de las dos mejores funcionarias del Distrito. Abre investigaciones, efectúa el procedimiento y, lo más importante, toma decisiones. Gracias a su labor hay uno que otro maestro acosador o abusador alejado del estudiantado, o un agente del Datt apartado de la “picúa” o un bombero castigado por agresor.

¿Dónde están los disciplinados por la Personería? No se sabe, pero donde quiera que se hallen, están felices porque nada pasa.

Una explicación puede ser que con la llegada de William Dau se largaron en estampida los malandrines y ya no hay nadie en el Distrito que cometa acciones, ni siquiera omisivas, lo que conlleva a que no haya ni investigados ni sanciones. Tal ingenuidad solo queda reservada al mundo imaginario de la ciencia-ficción.

Señalar las falencias del sistema de salud -que son grotescas ya abundantes-, o descubrir el agua tibia del mal estado de los colegios públicos, o alarmarse por el mal servicio de aseo, luz o acueducto, no son méritos para ningún premio Nobel. Es perder el tiempo tratando de ilusionar al público con una gestión que a nadie convence, y que desdice de la verdadera tarea que debe cumplir una personera.

Ese desgaste hace que ni las gelatinas tiemblen por sus advertencias, y que los funcionarios del Distrito la toreen con cortesía, pero sin convicción.

Si William Dau ha decepcionado con su discreta gestión, similar impresión deja la personera, esa misma a la que el alcalde descalificó antes de ser elegida y de la que llegó a decir que sería una señal de guerra con el Concejo.

¡Ay Carmen, recuerda, eres toda una personera, no una rutinaria inspectora!