Por Danilo Contreras
No es menester recurrir al deplorable arte de la adivinación para saber que en el caso de Transcaribe, caminamos con los ojos abiertos hacia un precipicio cuyo oscuro fondo solo será determinado por la naturaleza de los golpes que nos dejara la caída.
En mi caso no me tranquilizan los tímidos avances en la construcción de una infraestructura mediocre que carece de pasos peatonales a desnivel, ciclo – vías, arborización y que ha renegado de los puentes, eliminándolos o construyéndolos de manera absurda como ocurrió con la Loma de Bazurto y el “puentecito” de Las Gaviotas, respectivamente, lo cual no deja de ser una bienaventuranza que el criollaje sabrá agradecer (ahora que volvemos apaciblemente a “los tiempos de la cruz y de la espada”), dada la mala fortuna padecida con los puentes hasta ahora construidos.
Resumo algunas razones de mi pesimismo: Un estudio de Fedesarrollo (2013) señala que una de las causas que ha impedido materializar la demanda proyectada para los SITM que funcionan en el país es que la competencia del transporte convencional, buses tradicionales y transporte informal, no se ha reducido al ritmo esperado. Vale decir, los sistemas que operan en Colombia no han podido centralizar la oferta de transporte a través de esquemas de integración conforme lo proponía el Conpes 3260 de 2003, entre otros.
En este documento se lee que “Con el fin de aprovechar el conocimiento y la experiencia adquirida por la industria transportadora en cada ciudad, la implementación de los SITM incentivará la participación de la misma en los respectivos proyectos. Para ello, los pliegos licitatorios para la operación de los SITM incluirán requisitos mínimos e incentivos para la participación de la industria transportadora local…”. Sin embargo las recientes adjudicaciones de la operación del SITM local son ejemplo de todo lo contrario.
En efecto, quien se tome el trabajo de indagar por la adjudicación del 70% de la operación encontrara que los pliegos de condiciones hacían imposible la participación de las empresas de la ciudad, de manera que las licitaciones se adjudicaron a proponentes únicos, Sotramac (40%) y Transambiental (30%), resaltando el fino detalle de que Víctor Raúl Martínez, zar de los SITM en Bogotá, Pereira y Cali, participa con suficiencia en las empresas adjudicatarias, conforme se desprende de investigación adelantada por el portal “La Silla Vacía”. Vaya modelo de transparencia e inclusión que se suma a otras perlas que nos ofrece Transcaribe.
Nuestra dirigencia no entiende que la consolidación de oligopolios de este tipo aumenta la brecha de desigualdad y posterga las posibilidades de un modelo de desarrollo que reclama imperativamente la inclusión. Si no somos lo suficientemente imaginativos para construir una política pública que integre a los propietarios del transporte formal e informal, incluidos moto taxis y colectivos, al Cluster del transporte, Transcaribe será poco menos que un fiasco.