Por Ambrosio Fernández (Especial para Revista Zetta).- Cartagena de Indias, 20 de mayo de 2023.- Aunque muchas veces desde este espacio se ha señalado la regular administración de William Dau, sus salidas en falso, su tono chabacán y el deterioro de indicadores vitales para la ciudad en temas como seguridad, infraestructura, educación, entre otros; lo cierto es que faltaría a la verdad anotar que los males que aquejan a Cartagena, especialmente en lo público, responden únicamente a la gestión del alcalde o de su equipo de gobierno.
Sin duda otra de las instituciones que también fue protagonista en la crisis política que atravesó Cartagena hace algunos años, cuando la ciudad tuvo 12 alcaldes en algo más de una década, fue el Concejo Distrital. Parte de los escándalos de corrupción que mancharon la administración pública se gestaron en ese matrimonio entre el ejecutivo y el coadministrativo. Esto provocó que la confianza de la ciudadanía en el cabildo se deteriorara, al punto que fue uno de los insumos que sirvió para que Dau armara su discurso de indignación y activismo con el que ganó las elecciones de 2019.
Esta pelea ha continuado y ha tenido un nuevo capítulo en los últimos días, al punto que ha desembocado en los estrados judiciales. El alcalde, muy a su estilo, ha emprendido acciones para solicitar información que de cuenta de la asistencia los concejales a las sesiones. A pesar de estar en la recta final de sus respectivos cuatrienios, ni el cabildo, ni la Alcaldía pudieron encontrar un ritmo de trabajo óptimo que redundara en el bienestar de los cartageneros; las polémicas y los señalamientos que sirvieron de pretexto para cualquier escándalo mediático, han sido el pan de cada día. De acuerdo con la más reciente Encuesta de Percepción Ciudadana de Cartagena Cómo Vamos, en la actualidad 7 de cada 10 cartageneros tienen una mala imagen de esta institución.
Como es usual en materia política, la mejor salida siempre serán los matices. No es sano que un alcalde tenga mayorías aplastantes en el Concejo y tampoco lo es tener una institución totalmente entregada a hacer oposición y a servir como palo en la rueda para gobernar. La construcción de consensos, la búsqueda de argumentos y de conceptos técnicos para decidir por el futuro de todos debería ser la constante de los concejales que salgan electos en el mes de octubre.
Así como son inadmisibles las ausencias de las sesiones o la falta de gestión de los concejales, no tiene presentación que el burgomaestre pretenda que a punta de amenazas con denuncias, se le aprueben sus iniciativas.
Levantar la imagen del cabildo distrital requiere, entre otras cosas, que la ciudadanía sea consciente de la importancia de esta institución no solo para la gobernabilidad del alcalde de turno, sino para el control político, el fortalecimiento de la democracia y la solución a las graves problemáticas sociales que nos afectan.