Cada candidato con su tema

¿Qué les dicen los candidatos a los cartageneros? ¿Qué le dice la ciudad a los que aspiran a ser alcaldes?

Hacer que el elector le distinga es una de las claves de un buen mensaje y todo candidato que se respete se debe esforzar por construir un discurso sólido, contundente y victorioso.

Ese solo detalle, el de construir un mensaje ganador, vale toda una campaña y por eso hay asesores que cobran un dineral solo por decirle a un candidato: el tema es este.

Llegar a ese punto no es cuestión de olfato o capricho, sino obedece a toda una metodología para determinar qué es lo que se debe comunicar.

Y cuando se presenta el dilema entre decir lo que se piensa o decir lo que conviene, el asesor tiene claro que se debe decir lo que conviene. Si Petro hubiese dicho lo que pensaba hacer cuando fuese alcalde de Bogotá, minúscula hubiese sido su votación. Para tristeza de la capital, dijo lo que le convenía.

Paralelo al gran problema del candidato de definir su mensaje, está lo que la gente espera de un gobernante, cuál es el problema que debe arreglar. A veces ambas respuestas coinciden, a veces difieren.

Una ciudad como Venecia puede considerar que su principal problema es resolver la amenaza de desaparecer por siempre bajo las aguas. El desempleo, la inseguridad, la salud, la movilidad o la educación languidecerían ante esa necesidad. El candidato que mejor respuesta ofrezca, seguramente será elegido.

Pero en Cartagena de Indias el ejemplo no es así de claro. Instrumentos como Cartagena Cómo Vamos, encuestas especializadas, estudios académicos o centros de pensamiento pueden arrojar luces, pero no hay un tema determinante y envolvente, y por eso un candidato se la debe jugar con el tema que considera ES el tema. ¿Seguridad? ¿Movilidad? ¿Empleo? ¿Educación? ¿Salud? ¿Civismo? ¿Vivienda? ¿Servicios?

Múltiples pueden ser las opciones, pero lo cierto es que hay que jugársela con una. ¿Con cuál?

Responder acertadamente equivaldría a ganar, aunque se deben tener en cuenta otras variantes. Volviendo al ejemplo de Venecia, un candidato puede tener la mejor respuesta, pero si carece de liderazgo, o de recursos financieros, o si le surge un escándalo o cualquier cosa que afecte su imagen, no será el gobernante. Así que el mensaje es gran parte de un todo que se llama campaña, con un peso determinante.

En Cartagena estamos a cinco meses de las elecciones y hay un cúmulo de aspirantes, algunos con serias opciones y otros con delirios propios de un caso psiquiátrico. Para muchos eso significa que la insatisfacción ciudadana es grande, o que no hay realmente un nombre que marque la tendencia, o que el pastel es tan atractivo que todos quieren tener el cuchillo para repartirlo, o que, sencillamente, hay campo para todos.

Veamos que nos están tratando de decir algunos de los que aspiran a ser quien reciba el bastón de mando de manos de Dionisio Vélez:

 

Quinto Guerra: La clase política puede gobernar bien.

Es una apuesta arriesgada porque la clase política encara un desprestigio ancestral y Cartagena es impredecible. Su reto está en conquistar otros espacios y no descuidar los ya conquistados.

 

Andrés Betancourt: La voluntad de una ciudad.

Le ha tocado reinventarse políticamente en muy corto tiempo. De cívico-mariamulato pasó a conservador-uribista-araujista- y ahora debe ser independiente. Eso es reinventarse. El mensaje es confuso como sus circunstancias y recuerda uno viejo, trillado por muchos políticos: la voluntad de un pueblo. Está a tiempo de mejorar su mensaje.

 

William García Tirado: Todo por Cartagena…

Es un mensaje genérico, no señala un punto específico y el elector debe trabajar más de la cuenta para decidir.

 

Pastor Jaramillo: Causó revuelo su anuncio de candidatura y se apropió del tema de la movilidad al conducir busetas o taxis. Pero le faltó un “smach” o golpe al no renunciar al Concejo de inmediato, como se esperaba. Atornillarse a la curul no es buen mensaje.

 

Gina Benedetti: Seguridad Democrática para Cartagena.

El uribismo estuvo ocho años en el poder y lleva seis en la oposición. Son 14 años de doctrina y la seguridad democrática tiene un sitio. Esa es una fortaleza. La debilidad está en que con uribismo solo no alcanza y debe abrirse a otras corrientes.

 

Manolo Duque: Primero la gente.

Se acostó periodista y amaneció candidato. El mensaje social es lo acertado. Su reto está en acelerar el paso porque no tiene la trayectoria de otros en la política y las elecciones están a la vuelta de la esquina.

 

Estelita Cáceres. Con sus foros temáticos está enviando un mensaje académico, estudioso de la ciudad, serio y edificante. Así la seguridad ciudadana no es solo uribista, ni los temas sociales son de otros candidatos, sino que el gran tema de ciudad lo asume. Es un buen inicio pero debe focalizar la propuesta y allí se juega su mensaje.

 

Julio Alandete. Su fuerte es la educación, sin duda lo más importante pera una sociedad. Su debilidad es que, al decir de un consultor, con eso no se gana una elección. Debe arriesgar más y se le nota asolapado.

 

Humberto Rincón. No ha podido canalizar un mensaje, que seguro lo tiene, sino porque, tal vez, esté mal asesorado. Tiene tiempo de cambiar y de edificar un mensaje. No basta con decir “quiero ser alcalde” sino justificarlo.

 

Fabio Castellanos. Bueno para hacer oposición, con argumentos. Le ha faltado un mensaje propositivo, es decir, más allá de señalar lo malo de la actual administración, se trata de puntualizar lo bueno que será la de él.

 

Jairo Martínez: Yo me llamo Jairo Martínez.

No dice nada pero ser mencionado es su alimento.

 

Gustavo Martínez: Pintar paredes por doquier para darse a conocer resultó un fracaso estruendoso. Quedó como anticívico e investigado por publicidad extemporánea. Se quemó y ya no suena.