Por Rosario Ricardo Bray.- Hace tres días fue la peor noche de mi vida. Comprobamos con el dolor propio en el alma, como mi cuñado Félix Rivera Pineda de 54 años, se nos fue de este mundo por la grave negligencia y precariedad absoluta de nuestro sistema de salud.
Mi desesperación, mi impotencia y angustia fue tal porque no podía creer lo que estaba sucediendo. Mi Cuñado empeoraba y nadie hacía nada.
Luego de una intervención quirúrgica para extirparle un pequeño tumor en el riñón, estuvo de 6 a 9 de la noche en observación, cuando se lo llevaron a la habitación a Diana, mi sobrina hermana y esposa de Félix, al ver que venía en tan mal estado, pálido, sudoroso, que se quejaba y no podía respirar le dijo a la enfermera que así no lo podían dejar en la habitación. Le dijeron que era normal y resultado de la anestesia, de 9 PM a 12:30 AM le suplicó, le imploró al personal médico de turno, entre otras cosas demasiado jóvenes, y una de ella haciendo el internado, que lo atendieran. La primera le volvió a contestar que era normal, el segundo le iba a hacer un exámen de sangre, exámen que nunca realizó, la tercera, la médica que hacía el internado, ante su súplica insistente, le respondió con indolencia y sin principios éticos que lo atendía «si a ella le daba la gana». Al filo de la media noche por sugerencia del médico muy joven de piso, fue a tocarle al sitio donde se encontraba el médico de turno en la unidad de cuidados intensivos, este salió y le preguntó de manera grosera que quién era ella para tocarle a la puerta así, ella respondió que era una esposa angustiada que suplicaba para que no dejen morir a su esposo, que lo pasaran a cuidados intensivos, él le respondió que no podía hacerlo porque requería de un protocolo, que fuera a buscar al médico de planta quien debía hacérselo, para luego tirarle la puerta con agresividad. Cuando regresaba a la habitación escuchó que gritaban código azul y fue cuando salió el médico de la unidad de cuidados intensivos. Ya le había dado un paro cardio respiratorio de 8 minutos a Félix. Cuando lo ingresan a la UCI presenta otro paro de 13 minutos. En el celular de Diana están registradas las llamadas que le hizo al médico cirujano quien nunca respondió, ya que tenía su celular apagado. En un video que ella registró con su celular, aparece igualmente el médico intensivista diciendo que el médico cirujano no respondía su celular ya que lo tenía apagado. A la falta de ética del médico cirujano al cerrar el teléfono, sabiendo que había dejado a un paciente operado en el hospital, se le suma la negligencia, la indolencia, la irresponsabilidad del hospital que no llamó a otro cirujano que pudiese atender el caso., sabiendo la gravedad de las circunstancias, donde la única solución era intervenirlo de nuevo. Solo lo hicieron después de 7 de la mañana, cuando habían transcurrido 13 horas dando lugar a su desangre, a sus paros posteriores y finalmente a su muerte. Ayer murió, por la falta de atención, por negligencia de un sistema de salud gobernado por mercaderes del sistema, que piensa en la salud como un vil negocio y no como en un derecho irrenunciable que tenemos hoy día todos y cada uno de los Colombianos.
Hoy con el alma dolida, la desolación, el dolor de familia y sobre todo la impotencia de haberlo visto morir, sin la más mínima ayuda por parte de la Clínica Bocagrande, despedimos a este gran hombre, esposo, padre, amigo y hermano, sabiendo fehacientemente que fue una muerte que se podría haber evitado.
Hoy sentimos en carne propia el dolor de ver morir a un gran hombre por la ineficiencia de nuestro sistema de salud, por el fatal estado de instituciones que piensan en los pacientes como un factor monetario, y no entiende que lo que esta de por medio es lo más importante del ser humano, LA VIDA.
Rechazamos el trato recibido y culpamos de la negligencia a la Clínica Bocagrande, a su personal médico, a su administración, ante la indolencia que nos demostraron, que a pesar de los clamores, súplicas y gritos desesperados de nuestra familia, dejan morir a un gran hombre como lo fue nuestro querido Felix.
Esto se tiene que acabar, no más clínicas y hospitales indolentes con el dolor ajeno, nos más sistemas carcomidos por la corrupción y la falta de atención. Esto tiene que acabarse en Bolívar y Colombia…
Tu dolor lo convertiré en fuerzas para seguir luchando por el derecho a la salud, para quitarle a estos mercaderes el poder que nos cuesta tantas vidas, tantas muertes injustas, muertes que no deben ocurrir, que no deben ser por ningún motivo. Hasta siempre y buen viaje Félix, te amamos infinitamente.
Rosario Ricardo Bray