Hernando Padauí: “Yo si estoy de acuerdo con que entren a la vida democrática”

 

El presentante a la Cámara por Bolívar vivió la violencia. Fue alcalde de Magangué y después estuvo exiliado. Estas son sus impresiones sobre el acuerdo de paz.

La mayoría coincidimos en que no había mejor sitio que Cartagena…

Este tema tiene la mayor de las connotaciones. Cartagena es la verdadera vitrina de Colombia hacia el mundo, no hay otra ciudad tan conocida, y es el escenario perfecto para decirle a la comunidad internacional lo que estamos haciendo.

Cartagena está en un departamento que es puerta de entrada a una zona donde confluyen muchas circunstancias, donde se presentaron fenómenos de violencia de la mayor contundencia.

Aquí teníamos territorios vedados, vetados, de “propiedad” exclusiva de grupos como las Farc en la zona de los Montes de María, Lobas, Magangué, Mojana, Sur de Bolívar, donde se presentaron los actos más crudos de la violencia encarnada por las Farc.

Es una manera en que el presidente Santos envía un mensaje contundente de decirle al mundo que este territorio, que en algún momento vivió la guerra más cruda, hoy se encuentra libre de estos fenómenos de violencia.

 

Usted fue alcalde de Magangué. ¿Cómo era el clima político de la época?

Era muy complicado. Yo fui alcalde en el trienio 98-2000 y era muy complejo, donde prácticamente estamos aislados.

Recuerdo que los alcaldes no ejercían la autoridad desde sus municipios sino se trasladaban a otras cabeceras donde se sentían más seguros. Recuerdo que el alcalde de Pinillos y de otros municipios de la zona, despachaban desde Magangué; igual pasaba con alcaldes de los Montes de María que despachaban desde Cartagena. Había coerción y presión de los actores armados, no podíamos viajar por carretera. Recuerdo que tuvimos la necesidad de atraer una aerolínea para que sirviera desde Magangué para volar a Cartagena, porque no podíamos pasar por temor a las “pescas milagrosas”, en fin, fue una época muy tensa.

 

¿Estuvo secuestrado?

Secuestrado no, sino estuve retenido en el corregimiento de Piñalito, donde fuimos a entregar unas obras. Al regresar por el río, un grupo de las Farc detuvo la embarcación y nos requisó a todos; les dijimos que éramos funcionarios de la Alcaldía de Magangué pero no me identifiqué como alcalde sino como empleado. Luego de unos 40 minutos, nos dejaron seguir el trayecto.

 

¿Por qué tuvo que salir del país y pedir asilo político?

Eso fue en el año 2004. Tuve que salir por problemas de seguridad, por la presencia de grupos de autodefensas en Magangue y la zona, y que nos obligaron a tomar distancia.

 

Esos recuerdos comprueban que usted, al igual que miles y miles colombianos, han sido afectados por la guerra. Con la firma de la paz, ¿cuál es su perspectiva?

Soy optimista, la perspectiva es tener la certeza que se van a generar muchos escenarios de desarrollo, que el sector rural va a crecer sin presiones, que los recursos del Estado van a llegar realmente a las comunidades, que no van a ser capturados por empresas criminales.

Vea el tema de la minería estuvo manejado por autodefensas y por la guerrilla por mucho tiempo, de donde obtenían financiación de su guerra. Allí vamos a tener unas perspectivas nuevas, donde el minero va a tener la posibilidad real de explotar ese recurso con la presencia y acompañamiento del Estado. Recuerdo que fuí Secretario de Minas en 2001, y los funcionarios tenían que pedir permiso a unos u otros para poder hacer la presencia institucional.

 

¿Qué es lo mejor de este cuerdo de paz?

La posibilidad de poder confrontar a unos actores dentro del sistema democrático. Eso implica muchas cosas: la no utilización de las armas, la controversia de ideas, las propuestas ideológicas, el voto popular y el escrutinio de la comunidad en torno a esas propuestas. Es darnos la oportunidad como país de que el Estado y la sociedad civil deslegitime una bandera que de manera equivocada y absurda vinieron enarbolando los señores de las Farc. Esa es la mayor ganancia: que el país le diga a las Farc si está o no de acuerdo, por la vía de la democracia.

 

¿Qué no le gusta?

Muchas cosas no me gustan, pero tengo claro que ha sido un proceso de negociación, no de sometimiento, y en esa negociación el Estado tiene que ceder en muchas cosas.

Cuando recordamos todos los hechos de violencia, la arrogancia de hechos tan horribles, nos causa estupor y rechazo y decimos: no es posible que se les concedan tantas cosas… pero ese es el proceso, esa es la negociación.

Yo si estoy de acuerdo con que entren a la vida democrática, con que les den unas curules en el Senado y en la Cámara por un tiempo determinado y que no se las regalen sino que vayan a buscar los votos.

 

Si se acaba la guerra, ¿quién ganó la guerra?

El país. La sociedad civil, nosotros, los ciudadanos de a pie, la gente común y corriente. Las oportunidades van a tener su mayor esplendor y serán una de las recompensas para el pueblo colombiano, el mejoramiento de las condiciones de vida, todo eso hace parte de la gama de oportunidades que se abren con la paz.