Señores Magistrados de la Corte Constitucional, desde España con admiración, humildad y respeto:
El ser humano aprendió que sólo la violencia nos destierra de sabernos hombres y mujeres. Por esa razón están usted y su país tratando de tomar el timón de un barco que navegó al pairo de tanta violencia, de tanta muerte y de tanta ignominia. Ustedes han comenzado a poner precio a la vida allí donde no cotizaba. Desde Europa y desde España miramos con ojos de corazón abierto todo lo que en su país se está decidiendo. Les tocó vivir este momento. Tenemos confianza en su talento de seres humanos justos. Por esta razón y deseo es que me atrevo a decirles, con todo mi respeto, que no pueden, en justicia, presentar a la sociedad colombiana un debate que no existe socialmente. Un debate sobre el buen trato animal y la tauromaquia es inexistente y, lo que es peor, es un debate en el que una de las dos partes acude manchando de esa mancha que los colombianos tratan de borrar de su pasado y presente: la violencia.
Asistí a los sucesos del día pasado 22 y varios días he convivido por Bogotá con sus paisanos. Hacía tiempo que no visitaba su capital y encontré una sociedad que hierve en el cambio de la vida. Como periodista y escritor suelo observar en silencio, pero dentro de los lugares de las gentes. Miro para ver. No para ser visto. Soy hombre convencido de la justicia y de los derechos, pues nací en un país que tantas veces no los tuvo. Soy filotaurino no en la idea común de lo taurino, pues, como García Márquez, a quien conocí en Madrid, creo que si la tauromaquia ha desaparecer, lo justo y equitativo ha de ser que lo haga con decencia. Porque haya perdido la empatía con los hombres y las mujeres de mañana, pero jamás porque por décadas se haya convertido en un colectivo perseguido y señalado como se señala al bárbaro o al asesino.
Asistí el día 22 a la persecución más cruel que un ser humano pueda soportar, al contemplar cómo un ciudadano que ejercía un derecho restituido por esa Corte, no lo podía ejercer libremente. Les pregunto: ¿cómo es posible hacer creíble un cambio en Colombia hacia La Paz si esto es permitido? Les pregunto: ¿cómo es posible que hayan elegido una abstracción de esa violencia cuando quien la alienta y la fomenta acude a ustedes para pedir amparo a sus ideas? Les pregunto como jueces: ¿qué sucede cuando una parte llega a pedir derechos supuestos frente a otra parte, cuando aún se escuchan los ecos de las violencias de quienes exigen sus derechos? ¿Qué parte puede pedir derechos frente a otra parte ante una máxima Corte, cuando ella viola los derechos que esa misma Corte ha ordenado sean regresados?
Ustedes no son sólo Corte Constitucional. Los tiempos históricos les han dado el honor de formar parte vital de la lucha por Colombia, de la lucha por la tolerancia, la lucha por la igualdad de derecho, la del respeto a hombres y mujeres sea cual sea su religión, raza, riqueza o pobreza, afición o aflicción. Incluso la de ser filotaurino hoy, son ustedes la base justa de una moral justa e igualitaria. No sólo son jueces. Les tocó este tiempo y este espacio de la historia. Para ser creíble, en mi humilde opinión, la ley y el derecho no pueden aceptar la Victoria de la violencia. Y una parte que hoy les exige derechos para sí, llega ante ustedes tras haber violentado el derecho de puros ciudadanos. Y no me acusen ustedes de unir dos asuntos que no lo están. No es cierto. Son causa y efecto de una misma estrategia que usa al mismo tiempo la violencia que la otra parte no usa y los tribunales de justicia.
Ustedes no pueden permitir la doble moral que ensucia a la justicia. Para ser justo, un juez jamás puede ser juez que juzgue sin la libertad idéntica de las dos partes que entran en lo juzgado. Y ustedes saben que una de las dos partes no es libre. Que justicia comienza a ser injusta cuando alguien acude a reclamarla para sí, tras haber mandado a sus gentes a violentar a la otra parte. No les voy a discurrir sobre un hecho astutamente silenciado que esconde que su país gastó más de 600 millones de pesos en el año 15 en comida para perros mascotas. En un país con x porcentaje de pobreza máxima. No les discurriré sobre el componente económico del animalismo, aval moral e ideológico del mercado de las mascotas, cuyo negocio facturó el año pasado más de 40 mil millones de dólares en el mundo. Es el negocio transnacional de mejores costes y más réditos de la historia de los mercados. Tampoco les aburriré diciendo que el 90 por ciento de las mascotas machos son mascotas tras ser castradas y vaciadas. La suculenta moral del ser humano llama maltrato solo a quien maltrata su cuenta corriente.
Les pido disculpas por este entre paréntesis. Un entre paréntesis contrastado y real que, desde mis investigaciones (harto perseguidas en demandas por los partidos animalistas sin victoria para ellos) son la causa de efecto que nos ocupa. Miren. Ustedes están en el punto de mira del mundo. Colombia está en el punto de mira de un mundo que desea y anhela su cambio real hacia La Paz, la no violencia y la decencia. Ustedes no pueden aislarse de esa mirada. Forman parte de un momento histórico y un pedazo de ese momento les tocó el honor de jugarlo. De decidirlo. No pueden, en justicia, decir que se aíslan de la realidad No pueden, en decencia histórica, tratar que el caso que debaten sobre el mal trato sobre el animal en la tauromaquia no está contaminado hasta los huesos por los hechos violentos y las iras inhumanas de las huestes callejeras de quienes alegan y demandan a sus señorías, al mismo tiempo que violentan derechos.
Ningún tribunal puede aislarse de una violencia a la hora de meditar sobre un debate entre dos partes, cuando una de ellas llega a la mesa de negociar habiendo violentado horas antes a su rival en pensamiento. Ustedes no deben y no pueden obviar la realidad de un debate desigual entre un Pacífico y un violento. Y si lo hacen, el mensaje que mandan a sus ciudadanos y al mundo es que poco va a cambiar en Colombia. Lanzarán el más grande mensaje obsceno que conozca un país democrático que aspira a un cambio humano: que la violencia gana. Que el violento gana. Que la violencia sigue siendo un medio para lograr un fin. Justo lo que Colombia trata de desterrar de su vida y por lo que rezo a Dios, así me escuche.
Atentamente y respetuosamente,
Carlos Ruiz Villasuso.