Por John Zamora (Director de Revista Zetta).- Estoy seguro que me harán falta y pediré pista de nuevo, pero hoy me retiro de varios grupos de WhatsApp.
Esta catarsis digital la exige desde hace mucho tiempo una necesidad de sosiego espiritual y de reducción del estrés profesional.
El martes, cuando jugó Colombia vs. Ecuador, dejé de consultar el celular para concentrarme en el fútbol. Terminado el partido ya tenía más de 350 mensajes, fuera de los más de 800 que había evacuado en el día, y los que faltaban en la noche. A ojo de buen cubero, son por lo menos 1.200 mensajes en chats de periodistas, con toda suerte de información. Y así todos los días. Y así a cada rato. Las alertas de nuevos mensajes no paran. Pero qué le vamos a hacer, soy periodista y hay que estar informado.
Además, la rutina tecnológica impone revisar también Facebook, Twitter e Instagram, lo mismo que distintas cuentas de correo… y ni hablar de escuchar noticieros de radio y televisión. Es importante tener en cuenta que si queda algo de tiempo, hay que trabajar.
Si en lo cuantitativo la carga es abrumadora, en lo cualitativo hay que tener temple para los distintos tópicos de esos chats profesionales. Primero están, desde luego, los mensajes con noticias o con insumos para noticias, que son la verdadera razón de ser de esas comunidades digitales, y que resultan verdaderamente útiles y provechosas.
Pero también, y con notoria, creciente y preocupante superioridad numérica, allí desfilan gran cantidad de exclamaciones, emoticones, chistes flojos, adoctrinamientos ideológicos y religiosos, necedades, mamaderas de gallo… y muchas, muchas, más exclamaciones. A la par, no puedo ocultar mi decepción profesional al ver que un alto porcentaje de lo allí escrito viene con muy mala ortografía, y reflexiono: si el lenguaje es la herramienta del periodista, ¿por qué maltratarlo? Contagiado de chistes flojos, puedo decir que el único que tiene derecho a tratar su instrumento de trabajo a las patadas es el futbolista…
Pero reitero: la principal razón para esta saludable pausa es el cuasi demencial número de mensajes que recibo y que, literalmente, no me dejan respirar.
Repito: me harán falta y pediré pista de nuevo. Por lo pronto, voy, tomo aire unos días, y vuelvo.