Por John Zamora (Director de Revista Zetta).- En la cúspide de su fama, Palomo Linares llegó a Cartagena de Indias para torear en la temporada de apertura de nuestra Monumental Plaza de Toros Cartagena de Indias, en 1974.
Todavía estaba fresca la hazaña del 22 de mayo de 1974, que aun hoy, en 2017, no ha sido repetida: cortó un rabo en la mismísima plaza de las Ventas de Madrid. Ese episodio era uno de los ingredientes de su altísima popularidad, signada por su emulación con Manuel Benítez “El Cordobés”, con quien conformó una dupla que batía todos los registros de venta de boletería en todas las plazas donde eran anunciados.
Ese imán taquillero se trasladó a Cartagena de Indias, donde su nombre fue sinónimo de buenas tardes de toros, como un lidiador insigne, espectacular en todo sentido, y de un carisma inagotable.
En su debut el 3 de enero de 1974 lidió la segunda corrida de esa temporada, alternando con el mexicano Eloy Cavazos y el colombiano Jaime González “El Puno”, lidiando toros vallecaucanos de Fuentelapeña. Cada uno cortó una oreja esa tarde.
Dos años después, en 1976, se alzó con el trofeo de triunfador de nuestra Feria, actuando dos tardes. La primera, el 3 de enero, con su compadre Dámaso González y el colombiano Enrique Calvo El Cali, y toros de Mondoñedo, cortando una oreja. La segunda actuación de esa temporada fue el 6 de enero, con El Cali y Jorge Herrera, astados de Vista Hermosa. En 1985 se registró su última actuación en nuestro albero, compartiendo el 5 de enero un cartelazo con José Mari Manzanares y César Rincón, lidiando ejemplares de Aguas Vivas, y el 7 de enero con astados de esa misma ganadería y alternando nuevamente con Manzanares y Rincón, y además con Jorge Herrera, José Cubero “Yiyo” y Vicente Ruíz “El Soro”.
En total fueron 12 tardes en Cartagena de Indias, lidiando 42 toros y cortando 27 orejas. A esta fría estadística le es imposible describir todo el arte, encanto y carisma que Palomo dejó plasmado para siempre en la afición cartagenera, y los detalles de su quehacer torero en cada espacio del ruedo.
El periodista cartagenero Edgar García Ochoa “Flash” fue un gran amigo de Palomo y viajó con él a España varias veces, y recuerda una anécdota ocurrida en la primera tarde de Palomo en Cartagena, en 1974.
Era una tarde calurosa, la plaza estaba abarrotada y Flash estaba muy cerca de la barrera de sombra. Dentro de las personalidades estaba el candidato presidencial Belisario Betancourt, por delante tenía al popular narrador Edgar Perea y atrás al historiador Eduardo Lemaitre. Después de las banderillas es usual que el matador inicie la lidia de muleta haciendo un brindis, y habiendo tanto ilustre cerca, nadie creía que el homenaje fuera para Flash, que recibió una rechifla descomunal. Al final de la faena, y con la oreja cortada, el matador fue a recoger su montera y con el triunfo vino el cambio de opinión del público, que tornó las rechiflas en vivas. “Los mismos que me silbaron fueron los mismos que me vitorearon”, recuerda Flash, quien contestó nuestra llamada en Barranquilla, donde reside, y donde recibió la fatal noticia de la muerte de su amigo.
“Éramos cinco: Andrés Pastrana, José Pardo Llada, Vicente Gallego Blanco, Eduardo de Vengoechea y yo, los que andábamos con Palomo Linares, quien siempre fue un hombre generoso”, recuerda compungido.
Palomo Linares estuvo muchas veces en Cartagena de Indias, no solo como matador de toros, sino como turista anónimo, y siempre se hospedó en casa o en hotel de su gran amigo, casi hermano, Constantino Sánchez “El Zorro de Toledo”, también matador de toros, de larga residencia en nuestra ciudad.
El año pasado estuvo unos días y disfrutó la ciudad amurallada, las islas, y las playas de Bocagrande, donde se tomaron la foto que ilustra este artículo: Palomo Linares, Zorro de Toledo y el banderillero José Bravo.
Palomo tenía proyectado volver a Cartagena de Indias, tal como se lo prometió hace pocos meses en Madrid a Alberto Borda Martelo, a quien abrazó con gran afecto. Se lo encontró y le dijo que volvería a esta ciudad que tantos bellos recuerdos le dejó y donde tan buenos amigos ha tenido.
Paz en su tumba, Maestro, y muchas gracias por todo el arte, valor y ejemplo desplegado en los ruedos del mundo.