Por Nadia Blel Scaff (Senadora de la República – Especial para Revista Zetta).- Estoy dolida. Estos últimos días han sido oscuros para nuestra sociedad. Hemos conocido varios casos de abuso sexual y asesinato contra niños. Menores indefensos de apenas tres, cuatro, cinco, seis y once años de edad, en los municipios de Tolima, Cundinamarca, Valle, Meta y Atlántico; episodios que dan cuenta de una verdadera tragedia.
Y le doy esta calificación a todo este hecho porque están atentando contra uno de los elementos más sagrados de nuestra sociedad: la niñez.
Las cifras son absolutamente terribles. A la Fiscalía llegan en promedio 44 denuncias diarias de abusos contra menores. Es decir, no es una situación aislada, se trata de una sociedad enferma; nos enfrentamos a un fenómeno que ha traspasado toda barrera, que se ha enquistado en escuelas, colegios e incluso en el centro de nuestras familias. Porque aunque cueste creer, la mayoría de los casos contra menores de edad se dan por autoría de algún integrante de la célula familiar o cerca de ella.
Debemos estar atentos, escuchar a los niños, ser más vigilantes. Nadie debe considerar que un hecho así solo le pasará a los demás y no a nosotros. Porque como describí, pueden ocurrir en nuestras propias narices, en los hogares y aulas de clase.
Legislativamente el país tiene herramientas importantes para atacar esta situación, pero también debemos admitir que aún falta. Por ello en el Congreso cursan diversas iniciativas que darían más dientes a la justicia penal, entre ellas, una de autoría mía que podría evitar que personas condenadas por abuso contra menores puedan después acceder a trabajos que impliquen contacto con niñez.
Manifiesto públicamente mi indignación, mi rechazo y dolor por los abusos y muertes trágicas de cada uno de estos niños. Y hago un llamado a todos los ciudadanos de bien (la mayoría en el país) que nos movilicemos de todas las formas legalmente posibles declarándonos en contra de la violencia a menores de edad.
El trágico y deplorable caso de la pequeña Yuliana es muestra que la justicia puede actuar de manera diligente y efectiva contra estos criminales (aunque creamos que la justicia debería ser más severa); actuación que debería replicarse en todas las investigaciones que hoy cursan y no queden en la impunidad.