Por Carlos Féliz Monsalve – (Secretarío del Interior de Bolívar – Especial para Revista Zetta).- Prevenir, controlar, vigilar, responder y mitigar son las claves a la hora de intervenir integralmente los riesgos y/o desastres que se presentan; tampoco es casual que en los últimos años los gobiernos del mundo busquen con carácter urgente estrategias para la reducción de los riesgos, las emergencias y los desastres.
Es indudable e irreversible los efectos del cambio climático, el indiscriminado uso de los recursos naturales y la realidad que frente a los puntos críticos en esta materia deba activarse una intervención en el tiempo, que de manera permanente y sistemática conduzca a aliviar y estar preparados para los eventos adversos que se nos presenten a lo largo y ancho de nuestro departamento.
Las situaciones de inundaciones en nuestro territorio serán cíclicas y recurrentes; por tal razón debemos estar preparados desde todos los niveles a entregar las respuestas acertadas y la mitigación esperada que permitan mejorar de manera ostensible las adversidades que traen las crecientes y los deslizamientos.
Desde el origen de la humanidad las fuerzas naturales internas, potenciadas por fenómenos dinámicos que producen cambios de presión y temperatura, han demostrado un gran poder destructivo cada vez que se genera la erupción de un volcán, un terremoto que sacude la corteza terrestre, o un maremoto con un exagerado oleaje que devasta una extensa zona costera de baja altura. De igual modo, las fuerzas naturales climáticas externas provocan tormentas que descargan grandes volúmenes de lluvias, lo cual ha llevado históricamente a la gente a vivir cerca de los ríos porque el agua es indispensable para la subsistencia humana, y porque cerca a los mismos se da una dinámica económica, comunicacional y de desarrollo social que le facilita la vida y en muchos casos el bienestar de los grupos poblacionales.
Se puede evidenciar que las fuerzas de la naturaleza actúan en lugares conocidos donde ya han actuado, y por causas internas o externas, parcialmente conocidas. Sitios que en una buena cantidad de casos coinciden con asentamientos humanos cuyos traslados en muchas ocasiones se tornan incosteables y casi que imposibles lo que nos obliga a convivir en los mismos espacios donde la fuerza de la naturaleza seguirá descargando su extraordinario e inevitable poder, exponiéndonos a riesgos capaces de transformarse en desastres naturales de alta magnitud.
Frente a esto estamos actuando y debemos seguir haciéndolo para enfrentar preventivamente los riesgos y de manera determinante las calamidades, entendiendo el tema del riesgo como la probabilidad de pérdidas y daños concibiéndolos como una función de variable, como la amenaza y la vulnerabilidad, lo cual es de suma importancia a la hora de analizar los riesgos que se corren en determinadas situaciones y mucho más cuando se analiza el riesgo de desastre.
Es así como se ha adelantado una gestión del riesgo robusta, con un conjunto de políticas, decisiones administrativas y actuaciones operativas que aplicadas antes, en el desarrollo o después de los desastres, tienen por finalidad evitar la ocurrencia de los mismos o reducir de manera ostensible sus consecuencias; es ahora y no antes, o en la preparación de la gestión de ese riesgo, cuando se identifica lo que debemos saber al momento en que la amenaza se ve, para así poder reducir sus efectos.
Con la prevención o mitigación de las consecuencias, deben indicarse cuales son los mecanismos para prevenir o mitigar los efectos de un desastre y explicar de manera práctica como implementarlo. Sobre el impacto que se genere, debe definirse cuales deberán ser las actuaciones a realizar durante el desarrollo del mismo desastre. Algunas horas después, deben indicarse los comportamientos para los momentos inmediatamente posteriores a la eventualidad, los puntos de referencia para organizar las actuaciones, la supervivencia y gestiones de las situaciones críticas que surjan.
Los planes de actuación deben estar dirigidos a devolver capacidades a los damnificados y afectados; mientras que la reconstrucción es a largo plazo y muchas veces con reparaciones profundas.
La intervención progresiva en lo concerniente a seguridad, abastecimiento de agua, saneamiento básico, control de vectores, epidemias, salud mental e información al público son determinantes en devolverle la confianza a la gente y sobre todo liberarlos del temor presente por posibles repeticiones.
El Departamento de Bolívar a través de la unidad de gestión del riesgo con los organismos de socorro y la fuerza pública en general, activa toda su intervención cada vez que sea necesario y acude al llamado en los momentos apremiantes, generando las activaciones administrativas y operativas pertinentes bajo los principios de responsabilidad, colaboración, articulación, concurrencia, complementariedad y subsidiariedad conferidos en la norma, pero también necesita de la reacción preventiva, organizada, planificada y resolutiva de los mandatarios municipales para de esta forma generar una sinergia positiva y optima en respuesta a la intervención integral que debe generarse, no en el momento de la eventualidad, sino de manera permanente y sistemática para siempre estar preparados y adaptados a los cambios naturales y ambientales que hoy existen y se van a quedar en el tiempo.
Es hora ya de adaptarnos y de estar preparados permanentemente para lo que venga. Adaptación será entonces lo relevante en la reducción del riesgo en el departamento de Bolívar y todos sus puntos críticos susceptibles siempre a una inundación.