Nadie hablará de nosotros, del común de los mortales, cuando hayamos muerto. Sí lo seguirán haciendo de Iván Fandiño, el último gran héroe caído en los ruedos, el torero del que ya escribían ríos de sangre por sus hazañas de luces, pero del que ahora se vierten mares y mares de tinta tras su trágica cornada en Air-Sur-l’Adour, mares enturbiados por el morbo y la polémica, por la falta de respeto que a veces se tiene hasta para quien ya no vive para contarlo. Respeto es lo único que pide su familia, agradecida con tantas y tantas muestras de cariño, como expresaron en un ejemplar comunicado.
ABC ha tenido acceso al estremecedor parte médico, un parte de guerra desgarrador que hacía «insalvable la vida, mortal de necesidad», según han señalado galenos franceses y españoles. Firmado por el doctor Mathieu Poirier -quien lo acompañó en el trayecto desde la plaza al hospital de Mont de Marsan-, parece fundir el trazo más doliente del Greco y la letra de García Márquez, como una especie de crónica de una muerte anunciada por un torero que danzaba desnudo frente a ella. El toro que había de matarlo e inmortalizarlo en la Historia del Toreo ya estaba comiendo hierba hace cuatro primaveras, cuando Fandiño ascendía a la cima de las figuras tras una carrera de inquebrantable lealtad a los valores marcados entre él y su otra mitad, Néstor García: la independencia y la libertad. Al León de Orduña le llegó su hora, como le llega a los protagonistas de esas películas del Oeste con las que ahuyentaba miedos antes del paseíllo, de la manera más épica. En su libre destino estaba fijada la fecha del 17 de junio de 2017: la cornada, «incompatible con la vida», con trayectorias de 30 y 20 centímetros, con rotura de la vena cava y el hígado dividido en dos, era «fatal cualquiera que fuesen los medios utilizados y/o la proximidad del quirófano o la destreza de los cirujanos».
Así reza íntegro el parte facultativo firmado por el doctor Poirier:
«Notamos un primer paro cardíaco a mitad de camino durante el trayecto de la plaza de toros hacia el hospital, trayecto realizado en tiempo récord, escoltado por motoristas de la policía para abrir camino.
Estado a su llegada al hospital de Mont de Marsan: colapso mayor, pulso y tensión inalcanzables en fallo cardíaco, con shock hemorrágico, necesitando un masaje cardíaco a pesar de un llenado masivo y una politransfusión iniciada por el SAMU al llegar a la plaza y durante todo el trayecto de vuelta.
Se decidió un traslado inmediato al quirófano para un intento de laparotomía de la hemostasia. Sujeción primera de la aorta, que está vacía, y no se puede evitar el colapso y el fallecimiento.
Al explorar al paciente, se constató un hemoperitoneo masivo de sangre negra, demostrando la ruptura de la vena cava en situación retrohepática con otra trayectoria, seccionando la base del mesenterio de atrás hacia delante.
El punto de entrada se sitúa ligeramente en la parte posterior del lado derecho debajo de las últimas costillas, con una trayectoria potero-anterior, hacia dentro y ascendente. La trayectoria es profunda, de más de 30 centímetros, atravesando: en una primera trayectoria, la parte alta de la celda renal, desgarrando la vena cava en posición retrohepática a lo largo de más de 20 centímetros. Se nota en corolario un desgarro hepático separando el hígado en dos. En otra segunda trayectoria, anterior, arranca la base del mesenterio en las zonas arteriales y venosas al nivel del tronco espleno-mesaraico.
Se nota un gran desgarro del peritoneo parietal posterior, lo que explica el hemoperitoneo de la cavidad, quitando cualquier fenómeno de la comprensión y la rápida y fatal hemorragia interna.
Es una cornada fatal cualquiera que fuesen los medios utilizados y/o la proximidad del quirófano o la destreza de los cirujanos».
El parte facultativo del doctor Mathieu Poirier concluye con una cariñosa «posdata» a modo de carta para la familia: «Fandiño era un gran matador, un maestro y un hombre de corazón que se ha marchado demasiado pronto cogido por su pasión, el toro… Suerte».
El parte del hospital confirma la dramática situación que ya indicaba el de la enfermería: «Cornada en el costado derecho, con signo de shock hemorrágico. Trayectoria de quince centímetros con rotura muscular a la altura de las últimas costillas, erosión peritoneo, colocación de un drenaje. Signos de hemoperitoneo. Reanimación e intubación. Trasladado por el SAMU al centro hospitalario de Mont de Marsan. Pronóstico muy grave».
En la anochecida francesa del 17 de junio, cuando Iván Fandiño abrazaba la libertad eterna, nacía un niño en ese mismo hospital de Mont de Marsan. Hasta el final -que siempre es un principio-, el último superhombre que engrandeció la Fiesta sembró vida.