Por Arquitecto William Eduardo de la Hoz Córdoba (Especial para Revista Zetta).- Si la sociedad Cartagenera sigue aceptando la corrupción que viene cabalgando desde hace mucho tiempo, estaría condenada por siempre a la pobreza y al atraso en que hoy vive. La corrupción es el peor veneno para que una sociedad que desea ser prospera, y amplía la distancia entre las clases sociales, también mina todos los aspectos de una ciudad.
Hoy la corrupción en Cartagena ha desbordado los límites, en estos momentos está afectado la vida cotidiana en varias formas (inseguridad, paz y convivencia, sostenibilidad, caos en la infraestructura en general, espacio público de calidad por habitante etc.) y tiende a empobrecer más a la clases menos favorecida, al negarles oportunidades y su participación legitima en el disfrute de la inversión pública que genere calidad de vida.
Al desviar los recursos destinados al desarrollo, trae desigualdades e injusticia, obstaculizan el crecimiento, la estabilidad política y el desarrollo socio económico de nuestra ciudad, también distorsiona las políticas establecidas, programas y estrategias trazadas, se apropian de los recursos para inversiones en infraestructura, que son elementos de importancia para reducción de pobreza en nuestra ciudad.
Lo que está sucediendo hoy con el alcalde de Cartagena es una muestra más de la gran equivocación a la hora de elegir quien dirija los destinos de nuestra ciudad, lo peor es que no hay en quien confiar, porque lo de hoy, son prácticas antiquísimas en la política local, pareciera perpetuarse el cacicazgo corrupto que usa “títeres” y sume a un pueblo en la ignorancia y falto de educación para decir, “basta, ya está bueno”.
Cartagena es una ciudad de apariencia como su sociedad, aparenta lo que realmente no es, la ciudad se muestra ante el mundo como lo que ciertamente no es, con una falsa calidad de vida, y eso gracias a nuestra clase dirigente.
Esa clase dirigente que por siempre lo que ha enseñado son antivalores y hoy estamos padeciendo en carne propia, por no despertar de ese embrujo de los corruptos en el que tienen sumergida a nuestra población.
Exhorto a los gremios, a la academia a la gente pensante de esta ciudad que se “pellizquen” y nos unamos a ver si podemos enderezar este rumbo aciago que lleva nuestra ciudad.
En Cartagena de Indias, patrimonio mundial de la humanidad, en sus entidades se vive una situación de deterioro progresivo de la confianza y fortalecimiento de la corrupción, lo cual es el caldo de cultivo de comportamientos indeseables en nuestra sociedad. Si seguimos así condenaríamos a la Cartagena del futuro a vivir en una ciudad más pobre, desigual e insegura. ¿Es eso lo que queremos?