Análisis de John Zamora (Director de Revista Zetta).- La permanencia de Manolo Duque como alcalde es insostenible y su renuncia es la mejor salida. Lo vuelvo a plantear un mes después de haberlo hecho con ocasión de su detención, y hoy los motivos son los mismos pero con más radicalidad.
Hagamos un resumen: Manolo Duque tiene una suspensión vigente de la Procuraduría de tres meses prorrogables tres más, por el desplome del edificio Portal de Blas de Lezo 1; la Fiscalía le imputó cargos y un juez le dictó medida de aseguramiento intramural (que será apelada) por la polémica elección de la contralora distrital Nubia Fontalvo, que también recibió esa medida a la par del concejal Jorge Useche, y su primo hermano José Julián Vásquez.
Con suspensión disciplinaria y detención en centro carcelario, la situación ha llegado a un punto de no retorno. Además, por los mismos hechos que lo ha encartado la Fiscalía, podría ser investigado por la Procuraduría. Sea por Blas de Lezo o sea por la contralora, la destitución de Manolo está a la vuelta de la esquina.
De igual forma, así la medida de aseguramiento sea recurrida, la decisión del juez Robles es otro demoledor golpe a su endeble piso político. (“La elección de la contralora fue una mermelada tóxica…”).
Para ponerle nombre, a Manolo le dieron la espalda el presidente Juan Manuel Santos, el procurador Fernando Carrillo y el fiscal Néstor Humberto Martínez. Así es demasiado jodido que pueda volver a la Alcaldía.
Con su margen de maniobra cada vez más reducido, a Manolo tampoco le han salido defensores de peso, amén de los residuales de Primero la Gente. Agreguemos que el alcalde encargado Sergio Londoño ha replanteado su equipo de gobierno, dejando por fuera a fichas claves del “manolismo”. Sin fuerza por dentro, sin fuerza por fuera.
Otro agravante a su situación política es que el único que podría intentar algún malabar, también está maniatado: José Julián Vásquez. Sin su primo hermano, Manolo no tiene quién tienda puentes para sacarlo del atolladero.
Los compromisos que Manolo se haya hecho, al margen de su programa de gobierno, se hacen incumplibles estando suspendido y preso, si es que esa es la razón para no renunciar.
Es sobrecogedor ver a un buen hombre, a un gran amigo, con un carisma desbordante, en esta situación. Solo su esposa, sus hijos y sus familiares cercanos saben en detalle lo que la familia Duque está viviendo. Si las razones políticas sustentan una renuncia, creo que los motivos familiares terminarán por aconsejar esta salida.
Para la ciudad, resultaría saludable volver al debate sobre qué es lo que nos conviene, cuál es nuestro futuro, qué queremos hacer y qué no debemos hacer, y esa catarsis solo la permite legítimamente un proceso democrático, ir a las urnas y que surjan liderazgos y propuestas, que el gobierno emane del pueblo, como siempre debe ser.
De todas formas, la renuncia voluntaria o la destitución sobreviniente son dos escenarios que tienen una consecuencia práctica: elecciones atípicas para Alcalde. Preparémonos.