Por John Zamora (Director de Revista Zetta).- El primer Festival de Jazz en Mompox, hace seis años, fue una arriesgada apuesta que demostró que la cultura bien puede ser un motor de desarrollo regional, y que asociada al turismo resulta una combinación perfecta.
El “Bolívar Ganador” de Juan Carlos Gossaín desafió al escepticismo y le metió “toda la ficha” para que resultara exitoso. La ciudad de Mompox no estaba lista para acoger este evento, y fue más por porfía que por otra cosa, que se efectuó así hubiese deficiencias en alcantarillado, acueducto, aseo, hotelería o conectividad. Si se ponen a esperar que eso estuviese listo, aún no se hubiese escuchado siquiera la primera nota.
Y el evento inició con el llamativo nombre de “Festival de Jazz”, enmarcado en toda una estrategia de eventos hermanos como el Festival de Bandas o el Festimaría.
El gobierno departamental de entonces puede que haya tenido claro el ejercicio de política cultural, turística y económica, pero había un probado nubarrón en la concepción musical.
Al llegar el “Bolívar Sí Avanza”, con el gobernador Dumek Turbay, la apuesta creció ostensiblemente. Mompox se convirtió por este tiempo en la “capital” del Departamento y se aseguraron inversiones para mejorar los servicios públicos y la conectividad, tanto terrestre como aérea, beneficios que han cobijado a toda la Depresión Momposina. El futuro es promisorio con la terminación de puente Yatí-Bodega y el mejoramiento de la oferta hotelera local.
Todo el andamiaje que soporta al festival ha ido en alza, en la misma proporción que ha ido creciendo su importancia y prestigio, dentro y fuera de Colombia. Gracias al Bolívar Sí Avanza, es un evento top en la agenda de los medios nacionales, y con alto registro en esferas informativas internacionales.
Hay un nodo muy atractivo que se desarrolla en simultánea: las muestras artesanales como la tradicional filigrana momposina, desfiles de moda, gastronomía, talleres musicales, o el genial “Río de Gente”.
Creo que eso hay que mantenerlo con celo para que nunca decaiga, pero ha llegado la hora de meterle el diente a la concepción musical.
Es inobjetable que nunca ha sido un festival de jazz. Ha sido un festival con episodios de jazz, donde ha predominado una variopinta oferta: salsa, vallenato, champeta, reggaetón, tropical, pop, entre otros aires. Para nosotros los cartageneros, ha sido la evocación del mismísimo Festival de Música del Caribe.
A pesar de eso, no puede ser un festival de jazz aquel donde los artistas son Eddy Herrera o Sergio Vargas, o Nicolás Tovar sinfónico, o Pedrito Martínez, o Chabuco o Nacho. No puede ser festival de jazz aquel que se recuerda por haber tenido en tarima en versiones anteriores a los salseros Andy Montañez, Tito Nieves o Isaac Delgado, o a Silvestre Dangond y su vallenato, o a Juan Carlos Coronel y su Orquesta…
Es innegable que ha tenido algunos artistas individuales y grupos de jazz con valía, como los que vienen de Estados Unidos, o los locales Óscar Acevedo, Antonio Arnedo o Justo Almario, pero son la excepción y no la regla. Esto confirma que es un festival de música popular caribeña, con jazzistas invitados.
El festival debe seguir y crecer, mantenerse en el corazón del pueblo, y debe tener cada día más apoyo tanto del gobierno central como de la empresa privada. También debe esmerarse por mantener una oferta distinta y auténtica. No puede ser que los mismos artistas que se anuncian en la feria de Cali, en la Feria de las Flores de Medellín, en el carnaval de Barranquilla, o en las fiestas patronales de Boyacá, Nariño o Meta, sean los mismos que vengan a Mompox, como preocupantemente empieza a ocurrir y a repetir.
El Festival Jazz de Mompox y su organización (Gobernación de Bolívar e Icultur) tiene que “sincerarse” consigo mismo y admitir que no es un festival de jazz. La séptima versión ya debe comenzar a conocerse con un nombre que le haga homenaje a su magna verdad musical, y superar el nunca aplicado concepto de jazz. ¡Larga vida a Festicaribe de Mompox!… o como tengan a bien rebautizarlo.
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