Segundo mantra de Dionisio: “no pelearé con el Concejo”

La sesión de clausura del Concejo de Cartagena, el pasado viernes, fue un portazo en la cara de la Administración del Alcalde Dionisio Vélez. Entre calificativos de “torpe”, reclamos de respeto por autonomía y señalamientos de desidia, la Administración salió mal librada y sus proyectos retirados a última hora del orden del día para dejarlos sin segundo debate.

El “recinto de la democracia” también fue el escenario donde, a modo de invitado, el gobernador de Bolívar, Juan Carlos Gossaín, le lanzó un antológico vainazo a finales de junio pasado, jamás respondido (https://www.revistazetta.com/?p=1685).

En ambos casos, el alcalde Dionisio Vélez Trujillo ha guardado silencio. No se defiende. Parece que se segundo mantra sea “No pelearé con el Concejo”, pues el primero es “No pelearé con Gossaín”.

El viejo problema de siempre, las famosas OPS y la contratación, parecen seguir marcando el clima entre el Ejecutivo y el Concejo. Al llegar Vélez a la Alcadía, encontró la olla raspada. Luego vino un pequeño oasis antes de la Ley de Garantías, pero el efecto “Dusán” (hermano del alcalde, que aspiró al Senado), hizo que las relaciones se enturbiaran. Y ahora que terminó la ley de garantías, la “gobernabilidad” no fluye, y mientras algunos sectores directos de la Administración ven cómo salen las firmas de los contratos, los sectores allegados al Concejo siguen represados.

-Que Coronado represa todo…

-No, es Granadillo, que no da las disponibilidades…

-No, es Ramírez, que pone trabas jurídicas…

-No, es el mismo alcalde, que sus razones tendrá…

Algunos dicen que al alcalde no le conviene quejarse del Concejo, porque siempre terminan aprobándole lo que realmente necesita: un empréstito por $250 mil millones, de cuyos trámites nada se sabe, y una autorización de vigencias futuras por $88 mil millones….

-“Que digan lo que digan, son pataleos superfluos, porque lo de fondo ya está aprobado”, dijo un funcionario a Revista Zetta.

Seguimiento de obras, objetado por el momento…

El origen de la actual crisis tuvo lugar en el despacho del alcalde Dionisio Vélez cuando le presentaron para sancionar los proyectos de acuerdo del presente periodo…

De inmediato, hubo dos que le “volaron la piedra”: el que negaba el nombre del puente de Pasacaballos a Campo Elías Terán, y el de seguimiento a obras presentado por César Pión, y que obliga a rendir cuentas cada tres meses y a no inaugurar obras que no estén terminadas.

Por el del puente, Vélez quedaba como un “príncipe” por proponer tal honor en memoria de quien le derrotó en las urnas. Por el segundo, era una afrenta contra la buena fe de las obras públicas bajo su administración.

Se “tragó” el del puente, porque al fin y al cabo no era esencial; pero el del seguimiento lo objetó. (Se sabe que le harán ajustes de “redacción” y será sancionado).

Debido a su viaje a Bogotá, al de Coronado a Medellín y de Granadillo a Barranquilla, quedó como encargado de la Alcaldía el secretario de Infraestructura, Ramón León, quien debió ponerle el pecho a la clausura de las sesiones.

Los aspavientos del alcalde se filtraron a oíos del Concejo, y no cayeron nada bien. León trató de aclimatar las posturas, llamando a varios concejales, entre ellos al propio Pión, para convencerlos de los argumentos jurídicos de la Administración.

No obstante, en la mañana del viernes se tenía prospectado incluir los proyectos que faltaban para segundo debate. No obstante, llegó la carta del secretario general Carlos Coronado con observaciones a otro proyecto de Pión, el de los desfibriladores, y de inmediato se convocó a una “junta de crisis” en la Secretaría del Concejo, justo antes de la seisón.

El disgusto fue general, se lanzaron varios epítetos impublicables, y se determinó eliminar del orden del día tanto la discusión de tales proyectos como la intervención del Ejecutivo en la clausura. En otras palabras, el “empute” era tal, que ni la voz de la Administración querían escuchar.

Con su garganta clara y su voz potente, el presidente del Concejo, Vicente Blel, tomó su curul en la presidencia del salón de sesiones e inició la sesión, como es habitual… llamado a lista, aprobación del orden del día…

Con un libreto bien hilvanado, lo primero fue la lectura de la carta, para la avasallante respuesta de Quinto Guerra (ver Portazo del Concejo al alcalde en cierre de sesiones https://www.revistazetta.com/?p=2262 ), las intervenciones de Alfredo Díaz Ramírez y David Múnera, y el silencio cómplice y aprobatorio de los demás.

En el orden del día, y para enviarle también en forma cifrada un mensaje al alcalde, de unidad de los concejales, se decidió que las palabras de cierre las daría el vicepresidente César Pión, quien arguyó un repentino daño en las vigorosas cuerdas vocales del joven presidente Blel, para terminar de darle el portazo en la nariz a la Administración.

Perplejo, el alcalde encargado Ramón León se quedó sentado en la Secretaría, acompañado de Marcela Ariza, secretaria privada. (Los dos funcionarios, días atrás, leyeron con interés la publicación del Concejo titulada “Incluyente”… qué contraste…).

Algunos eran de la opinión que debió ingresar al recinto, pedir la palabra, defender la administración y dejar sentado que el gabinete no está integrado por pusilánimes.

Pero no fue así. Callado quedó y salió.

Desde entonces, el alcalde no ha respondido y no se espera que lo haga, tal como pasó con el episodio Gossaín. Igual, para qué.

Por eso se predica que el segundo mantra del alcalde Dionisio es “no pelearé con el Concejo”. ¿Cuál será el tercero?