Sendas cartas marcaron los últimos dos años de Manolo Duque: la de despido, con la que RCN lo cesó en marzo de 2015 y que lo puso a buscar empleo, encontrando el primer cargo del Distrito por elección popular. Y la otra. La que nunca hubiera querido escribir. La que marcó el fin de sus días como alcalde titular de Cartagena de Indias, firmada en su reclusión de Sabanalarga.
Como cuando hierve un líquido, a Manolo la popularidad lo llevó a la cima política que representó su elección como alcalde, pero el burbujeante contenido de la administración publica se desbordó y rodó por fuera de la olla, dejándolo aislado del juego político, para dedicar sus esfuerzos a defenderse de las investigaciones de Procuraduría y Fiscalía, que lo sacaron del cargo y que, finalmente, precipitaron su renuncia, luego de 22 meses de posesionado.
Para Manolo, la renuncia era el mejor escenario frente a la latente destitución de la Procuraduría o el enigmático proceso de revocatoria aprobado en días pasados.
Tuvo un gobierno claroscuro, marcado por la herencia de “chicharones” del gobierno anterior de Dionisio Vélez, la fijación de una hoja de ruta en el plan de desarrollo, su estilo descamisado, el deseo de emprender megaproyectos que requiere la ciudad, pero bajo la sombra de la influencia de José Juliá Vásquez, su primo hermano. Pero tal vez lo más contradictorio fue el manejo de su imagen, mensaje y comunicaciones, que resultaron un punto débil, contrastando con lo que se podía esperar de un periodista tan experimentado a lo largo de más de dos décadas de ejercicio profesional.
La popularidad se estrelló con lo público, con la política y con la resistencia de sectores disímiles, algunos con poder suficiente para ponerlo contra las cuerdas.
Las debilidades de su gobierno quedaron al desnudo el 27 de abril pasado, a las 10 de la mañana, cuando la estructura enclenque del edificio Portal de Blas de Lezo II se vino al piso, cobrando la vida de 21 obreros y dejando sellada la suerte de Manolo. Ese fue el punto de inflexión que desencadenó la barahúnda que ahora tiene un alto con su renuncia, lo que desactiva –de paso- el proceso de revocatoria y nos precipita a unas elecciones atípicas en pocas semanas.
El 2 de agosto pasado, el mismo día que fue capturado, ante las cámaras de Canal Cartagena, el director de este portal, John Zamora, fue el primero en plantear su renuncia, como la mejor salida a la crisis institucional pues le devuelve al pueblo la oportunidad de decidir sobre su propio futuro.
Analistas, gremios y ciudadanía en general compartían esa apreciación, pero la renuncia no aparecía, hasta que se hizo pública en el último día de octubre.
Según El Universal, esto plasmó Manolo Duque en su carta de renuncia irrevocable dirigida al presidente Juan Manuel Santos.
“Esta noble tarea y misión que me impuse cuando resolví candidatizarme para alcalde mayor de Cartagena, ha tropezado con múltiples dificultades y vicisitudes que en un principio enfrenté con resuelta voluntad, porque sabía de los retos y desafíos que me imponía voluntariamente; y que acepté con toda la fuerza de mi alma y de mi corazón, aunque no sería tarea fácil”.
“Sin embargo, debo reconocer que las dificultades que enfrenta la persona natural de Manuel Vicente Duque Vásquez, no pueden generarle un trastorno de gobernabilidad a Cartagena, ciudad que tanto quiero. En mí no puede predominar, no lo permitiré, intereses personales frente a lo colectivo, general e institucional”.
“Hoy me dirijo a usted para manifestarle que renuncio irrevocablemente al cargo de alcalde mayor de Cartagena, para el cual más de 125 mil cartageneros dieron su aprobación y beneplácito. A toda Cartagena le doy gracias infinitas e imperecederas por la confianza depositada en este humilde servidor”.
“Me voy sin odios, sin rencores, como un gesto de amor por mi ciudad. Gracias a quienes me acompañaron y me siguen acompañando en este camino que la vida me ha trazado”.
“Las tareas que quedaron pendientes, los megaproyectos que ideamos, planeamos y proyectamos con toda ilusión y la esperanza de materializarlos en favor y bienestar de los habitantes de esta querida urbe, le ruego a quien me suceda le imponga feliz culminación”.
«Toda la bendición de Dios, buen viento y buena mar para quien ocupe nuestro lugar y logre interpretar a nuestro pueblo de la mejor y más sentida manera. Con todo el cariño y respeto, les digo a los cartageneros que es un hasta pronto a todas y todos”.