José y Edilberto todos los días se adentran más de una hora en mar abierto, a un lugar conocido como Bajo Cantera, a unas ochos millas de Punta Canoa, donde colocan trasmayos para capturar langostas.
Allí quedan y al día siguiente regresan para recoger la pesca, pero este miércoles red estaba muy pesada. Pensaron que se había enredado, por lo que se esforzaron aún más por extraerla. De pronto asoma un cuerpo gigante, poco usual para ellos: un tiburón martillo.
Eran las ocho de la mañana y lo subieron a su lancha, junto con las langostas que alcanzaron a capturar., pero no pudieron regresar de inmediato porque había mucho viento y era peligroso. Lo mejor era esperar. Pasaron cuatro largas horas hasta que las condiciones mejoraron y pudieron regresar a Punta Canoa.
Al llegar a la playa, avisaron para que les llevaran una carreta grande. Allí subieron al pez, de unos dos metros de largo y unos 80 kilos de peso. “A $8 mil el kilo”, dijo José, frotándose las manos.
Edilberto dice que se especializan en langostas, por lo que las redes no son tan cerradas como las de pesca artesanal tradicional. Los peces pequeños pasan, las langostas pequeñas son devueltas, pero a veces se “pegan” róbalos, jureles, sierras y otras especies de la zona. ¿Pero un tiburón? Es la primera vez que capturan un ejemplar de estos.
“Ayer dejamos 13 trasmayos, y esta mañana fuimos a recoger y lo encontramos. Seguro se ahogó entre las redes al no poder nadar”, dijo Jose.
El ejemplar fue comprado por la persona que comercializa langostas en el pueblo. De inmediato fue destazado y ofrecido a lugareños y restaurantes. La venta fue completa.