Por John Zamora (Director Revista Zetta).- Los tiempos cambian, pero no tan rápido. Por muchos años, los políticos fueron los dueños de todas las paredes y postes, que recibieron galones y galones de pintura y toneladas de papel por cuenta de avisos y afiches en cada debate electoral.
Era una guerra a pincel y engrudo. El que más pintara muros, o el que más sobrepintara encima de lo pintado por otro; el que más pegara afiches, o el que más sobrepegara encima de lo pegado por otros. Ejércitos de publicistas callejeros salían en la madrugada a hacerle la maldad al otro, taparle avisos y afiches. ¡Oh, qué sublimes prácticas aquellas!
Era una guerra rara, pues nunca perdían los ejércitos en contienda. Perdían siempre las ciudades y la ciudadanía.
Cartagena ha sufrido demasiado con los excesos en la publicidad política. Recordemos hace poco cuando “El pintorroteador” llenó la ciudad de una mensaje donde estaba “Pensando en Cartagena”, y no era época electoral, y no borró ni uno.
Antes de empezar la actual campaña, todavía podíamos ver algunas candidaturas pasadas en paredes como las de El Espinal, llegando a Chambacú.
Pero la gente se fue cansando. Alguien, un día, entendió el malestar y dijo que borraría sus avisos. De los 200 que pintó, borró tres y se tomó la foto. Algo era algo.
La actual campaña llegó en un momento donde la gente está manifestando su hastío de las malas prácticas de la política, de la corrupción, de los edificios y puentes caídos, de las multinacionales de la coima, del cartel de la Toga. La gente espera que llegue el cambio verdadero, y no que lleguen caras nuevas con mañas viejas, como pasó en el Concejo de Cartagena.
En medio de ese ambiente volvieron los avisos pintados en las paredes, pero los publicistas se encontraron con una contra: los borradores de avisos.
En la democracia, el derecho a la libre expresión debe respetarse, y si un grupo de personas quiere expresar su descontento, está en todo su derecho. Repintar los avisos y colocar un mensaje de “No a la corrupción” es plausible.
No obstante, creo que la victoria no está en el empate. Es decir, no basta con pintar un contramensaje, sino decir toda la verdad: Quiénes somos, quién nos financia, cuánto nos gastamos, a qué aspiramos, qué viene después.
La gente tiene derecho a cuestionar a los políticos, a pedirles cuentas, a saber quiénes los financian, a saber qué hacen con el voto que les damos. De igual forma sucederá con los “antis”, que deben brillar en transparencia. De lo contrario no serán avisos con la pintura de las nuevas ideas sino con el carburo del más de lo mismo.