Por Horacio Cárcamo Álvarez (Especial para Revista Zetta).- El reciente informe de Cartagena Como Vamos nos confirma que las cosas andan mal. Al juzgar por los resultados no es el mejor momento, y la percepción de la gente es que todo empeora: la salud, educación, seguridad, decencia pública y movilidad no satisfacen las expectativas de los asociados. A la ciudad no le falta un galán que cierto tiempo la corteja y confiesa quererla, la prostituye y luego se lucra de sus encantos.
Resulta inexplicable que sea, precisamente Cartagena, la sede alterna del gobierno nacional y patrimonio de la humanidad, la segunda ciudad de Colombia con el más alto porcentaje de pobreza monetaria superada solo por Quibdó. El informe también da cuenta que un número importante de cartageneros se encuentra en pobreza extrema, y más grave, que la tendencia es al alza, sobre todo porque el desempleo aumenta y la ocupación es cada vez más informal.
Pero aún, el trabajo formal también genera otro tipo de pobreza que tiene que ver más con la plenitud de la vigencia de derechos fundamentales de los trabajadores relacionados con la libertad sindical y la estabilidad en el trabajo, en vilo con la modalidad de la intermediación laboral que casi anula en el consciente del obrero la posibilidad de discernir con el empleador sobre temas que atañen a sus intereses en el contrato de trabajo.
Cartagena lleva ocho alcaldes en dos períodos institucionales. A aquí queda de presente el tamaño del problema moral que experimenta la ciudad victimizada con el derecho de conquista y el populismo de micrófono. En el primer caso los que ascienden al poder a través de la compra del voto consideran legítimo el saqueo de las arcas y el ultraje a la gente, porque el proceso democrático lo cooptaron con recursos propios o de financista, y los otros se han comportado como rufianes de barrios que negociaron los sueños de un pueblo pobre y desesperado.
A los populistas de micrófono el pueblo con la carga de nobleza y confianza que le caracteriza, no obstante el sufrimiento y padecimientos materiales, les brindó la oportunidad para conducirlo al estadio de la inclusión social que les permitiera sentirse habitantes de la ciudad donde sembraron sus esperanzas, y los hizo fuerte en las urnas para que ellos revertieran con sus decisiones el favor popular transparente, que una, que otra vez triunfa en las democracias, el peor de todos los sistemas políticas, según Churchill, al que no lo supera ningún otro por mejor.
En medio del desalentador informe de Cartagena Como Vamos que muestra un pueblo explotado por su dirigencia, el gobierno nacional anunció fecha para las elecciones atípicas de alcalde. El próximo domingo 15 de abril los cartageneros nos convocaremos para elegir el noveno alcalde en dos periodos institucionales, susceptible de ser más.
A no ser que se considere que aún se puede vencer en medio de la adversidad y las equivocaciones el acto de lucidez más sensato, políticamente, sería el voto en blanco; empero con ello se premiaría la permanencia del actual alcalde que se destaca por autista, y se descalificaría posiblemente, en el rosario de candidatos, alguno bueno. Dios nos libre si el único interés por la alcaldía, que será de escaso año y medio, lo motiva solamente adjudicar la millonaria contratación que está pendiente; si es así el diablo comerá escobilla seca dijo doña Zenaida.