Cita con la democracia – Opinión de Horacio Cárcamo Álvarez

Por Horacio Cárcamo Álvarez (Especial para Revista Zetta).- El próximo domingo tenemos una cita más con la democracia. En esta ocasión para elegir el Congreso de la República que se posesionará el 20 de julio, y para pronunciarnos (quienes a bien lo deseen) sobre dos consultas presidenciales: la del partido político Centro Democrático, con el que diga Uribe, y la que definirá candidato entre Gustavo Petro y Carlos Caicedo, representantes de movimientos significativos de ciudadanos respectivamente. La participación según los entendidos será la más baja de los últimos tiempos, hecho que deslegitimará mucho más la institución del parlamento.

Con excepción del proselitismo por la presidencia, el de Cámara y Senado no se han sentido, y en lo que a la costa respectan, el escándalo Odebrecht que derrumbo a Ñoño Elías y Besaile, barones electorales del Caribe es una probable causa. También lo son las pesquisas por el manejo de los famosos cupos indicativos del presupuesto nacional y la parapolítica que no dan sosiego a muchos candidatos y tienen las campañas a un ritmo no acostumbrado, tanto así, que las economías locales no se han reactivado con la llegada de flujos, ocasionales, de dinero en el mercado a manera de subienda que mejoran la capacidad adquisitiva de bienes en los sectores populares.

Roberto Gerlein el último senador longevo, en una entrevista que concedió a La Silla Caribe, posando entre cínico y honesto, le expreso a la periodista que el poder en Colombia “lo detentan los muy ricos”, que además son “los que controlan los medios”; y según sus mismas palabras, el poder es para defender los grandes capitales. De conformidad con lo anterior para quien defendió los intereses de su propia familia, contratistas del Estado durante más de cincuenta años, la democracia no es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, como la definió Abraham Lincoln, sino el gobierno de los ricos, valiéndose del voto de los pobres para defender los capitales de los ricos.

No obstante, que Gerlein es una caricatura de humanista mal diseñada a quien compararle con Dante Alighieri, Sartre, o Saramago, sería una afrenta a la inteligencia hay que reconocerle que tiene razón. Para los dueños del capital la pobreza es un insumo para preservar porque es lo que les permite arrogarse el poder y dominar al establecimiento. La “ruling class” (clase dominante) así lo entiende y sabe que la política es el negocio que alimenta sus negocios.

En el partido político “de los más ricos”, que son los que controlan los grandes capitales no hay ideologías, nada los diferencia, y por el contrario les cohesionan sus intereses, que no coinciden con los intereses de la mayoría pobre. Los partidos tradicionales, históricos o nuevos, son simplemente fábricas de avales en los que se milita por estrategia de probabilidades de elección.

Llama la atención en esta campaña que los aspirantes a repetir curul, ni los pretendientes a obtenerlas no se refieran en sus propuestas al control político, ni a los problemas motriz que no hemos podido superar desde el inicio de la república imposibilitándonos la paz y la justicia con equidad, relacionados con derechos que se reconocen en la parte dogmática de la Constitución Política como: la redistribución de la riqueza, la función social de la propiedad, el derecho al acceso a la propiedad de la tierra de los trabajadores agrarios, a la seguridad social, a la educación, al estatuto del trabajo y al postconflicto, y resulta doblemente llamativo porque los candidatos despliegan todo su activismo en un país con más de 20 millones de pobres de los cuales 5 millones viven con menos de un dólar diario. Será que consideran al ordenamiento constitucional que nos organiza como Estado Social de Derecho como Castrochavista?

El domingo 11 de marzo hay otra oportunidad de cambiar las cosas con el poder del voto, en la democracia según Lincoln, no en la de Gerlein. Los partidos políticos y el Congreso de la República son, según la encuesta de cultura política del DANE, las instituciones más desprestigiadas del país, superados solo por la Farc en tiempos de guerrilla armada.

9/03/2018