En esta esquina… ¡Quinto!.. y en esta otra… ¡Andrés!

Por John Zamora (Director Revista Zetta).- La avenida Jiménez de Manga tiene por estos días dos vecinos ruidosos: en la esquina con Asamblea llegó Quinto Guerra, y sobre la misma acera, pero en la esquina con Bouquet, arribó Andrés Betancourt.

Ocupan sendas casonas, una más vieja que la otra, pero ambas acondicionadas para servir de cuartel general en la batalla por la sucesión del renunciado Manolo Duque, ese mismo que se interpuso en el camino hace dos años largos.

Sede de Quinto Guerra, en Manga: Esquina de Jiménez con Asamblea.

La Casa Pombo, donde ha llegado Quinto Guerra, ya tiene en su “hoja de vida” varios comandos políticos, como Campo Elías Terán o Rosario Ricardo Bray.

La Casa Mercado, donde ha llegado Andrés Betancourt, se estrena como sede política, pues siempre fue casa de familia hasta que fue ocupada por Colsánitas.

Ambos vuelven a aspirar a la Alcaldía, vuelven a enfrentarse en la arena política, tal como lo han venido haciendo en los últimos diez años.

Les tocó compartir curul, hombro a hombro, cuando estuvieron en el Concejo. Quinto siempre a nombre del partido conservador, mientras que Andrés llegó por cuenta del movimiento que eligió a Judith Pinedo como alcaldesa. Después, ingresó a las toldas conservadoras, es decir, fueron conmilitones. Hasta en un periodo fueron presidente (Quinto) y primer vicepresidente (Andrés).

Allí no pudieron ocultar que eran agua y aceite político. Ambos tenían liderazgo y entre ceja y ceja un objetivo mayor: llegar a la Alcaldía.

Sede de Andrés Betancourt, en Manga: Esquina de Jiménez con Bouquet.

En el último periodo que compartieron en el Concejo, Betancourt pronto se dio cuenta que en el partido Conservador no tendría espacio, pues Guerra Varela estaba muy bien afincado, por lo que terminó jugándosela por otro movimiento: “Cartagena Confirmas”.

Apostaron el todo por el todo en la campaña a Alcaldía, pero a ambos se les atravesó el populismo de Manolo Duque… y ya sabemos cómo viene terminando la historia.

Quinto obtuvo una altísima votación, más de 100 mil votos, provenientes en su mayoría de la estructura política tradicional, mientras que Manolo combinó los otros políticos con pueblo, y Betancourt se quedó “en cueros”: tuvo una decorosa derrota al lograr 50 mil votos de carne y hueso, pues la mayoría de quienes lo respaldaban, lo abandonaron para irse con Quinto o con Manolo.

Con la renuncia de Manolo y el advenimiento de las atípicas, lo lógico era que volvieran a presentarse, pues tienen la recordación fresca en la ciudadanía y electorado, tarea que les será mucho más difícil a los otros siete candidatos inscritos.

Y allí están, nuevamente enfrentados, ahora con nuevos insumos para la lid: Que quinto está inhabilitado, que Pecas está mondao; que Quinto es la clase política, que Pecas es lobo con piel de oveja; que Quinto representa a unos, que Pecas a otros; que Quinto esto, que Pecas aquello. Y se acusan directamente en redes sociales, y los acusan los “cuartos oscuros”, que nadie admite tener.

Lo cierto es que se disputan una Alcaldía que sigue siendo muy atractiva, así no parezca. Se sabe que entre Manolo y Londoño han ocupado más de dos años el palacio de la Aduana, igual han consumido el presupuesto, y han comprometido recursos como los que se destinan a la protección costera.

Pero en lo político es muy ventajoso ser alcalde de Cartagena, no importa que el ratico sea de 18 meses, máxime si se tiene en cuenta que el Concejo está de casa por cárcel y que se anticipa que la renovación de ese cuerpo colegiado será en altísima proporción.

Así que un alcalde “atípico” podría incidir para elegir su sucesor (botín de cuatro años), elegir tres o cuatro concejales, y de distinto partido (otro botín para cuatro años), incidir en la elección de gobernador de Bolívar (otro botín) y, de paso, cumplir una que otra promesa de campaña como la de darle seguridad a los cartageneros, que ambos ofrecen.

A Quinto y a Pecas no solo los separan los 200 metros entre esquina y esquina de Manga, sino sus egos, intereses, matices de propuestas, y lo que cada cual representa.

Esa vecindad debe resultar algo incómoda. Me imagino las “garitas” de cada esquina, espiando en lontananza las visitas al vecino: quién llegó, cuánto tiempo permaneció, quiénes están reunidos, que logística está moviéndose… Y algo muy importante: ¿qué «puya-ojos» están en la otra sede?

Manga tiene dos vecinos nuevos, cuya bulla se acaba el 6 de mayo, así que paciencia, pues, como la canción de Ismael Miranda, “las esquinas son iguales todos lados”…