(Artículo del periodista Luis Noé Ochoa, publicado en El Tiempo www.eltiempo.com).- Esta decisión de la Corte Constitucional es lógica y, sobre todo, justa, pues parte del principio de respetar los derechos constitucionales de las minorías, que son sagrados. El toreo es un arte, por tanto, un entretenimiento, una fiesta que disfrutan unas minorías, pero que hace historia milenaria.
Intentar abolirlo es desconocer esos derechos y enviar un mensaje equivocado, pues por ese camino se pueden cercenar otros. Eso en lo legal o en lo constitucional. Pero también hay asuntos sociales y de libre empresa.
Ser torero es un derecho, como ser abogado o médico. Es una pasión, como ser ciclista, y miles de jóvenes encuentran allí una esperanza de vida. Y triunfan y hacen historia. Es el caso, por ejemplo de César Rincón.
El toreo hace parte fundamental de las fiestas populares de los pueblos y de las grandes ferias del país, llámense Cali, Manizales, Medellín o Bogotá, Ibagué, Sogamoso, Duitama, donde se llenan las plazas de toros y alrededor de esta fiesta, se mueven muchos de puestos de trabajo y se atrae importante sector turístico. El toreo mueve enormes recursos y hace obras de beneficencia, como grandes aportes para hospitales y parques. Todo ello se salva.
Y se salva el mismo toro de lidia, porque si se acaba la fiesta es posible que él deje de existir como especie. Un toro que termina siendo un guardián ecológico, pues pocos se atreven a deforestar, a talar y acabar con las aguas donde pastan estos bellos ejemplares.
El fallo del 2010, que es el que prevalecerá ahora, dice que se mantienen las corridas donde hubiese tradición. Eso es salvar la fiesta, porque la tradición aquí, en casi todas las plazas tiene más de medio siglo.
En conclusión, el toreo es un derecho. Se sabe que la discusión no acaba. Pero que se haga dentro del respeto. Y dentro de la ley.
LUIS NOÉ OCHOA