Por César Pión González (Especial para Revista Zetta).- Hablando con Antonio Botero Palacio, a quien en sus 94 años le vi emocionarse cada vez que devoraba las líneas de su trabajo investigativo que denominó “Entre la espada y la libertad de cinco repúblicas”, no le escuché su tono de voz fuerte y homogéneo a la que nos tiene acostumbrado, apenas lógica la variación con el devenir de los años, pero sí me sorprendió su fortaleza de valores, ánimo, interés de perfeccionar cada línea y esparcir sus ideas a sus conciudadanos, y el deseo de sembrar siempre para las nuevas generaciones.
Este escritor e historiador paisa radicado en Magangué hace más de 60 años, quien manda a barrer la calle de su almacén, quien añora empacar el olor del campo como colonia de uso diario, y el que no ha dejado de comer arepa paisa en su desayuno, me transmitió en su conversa, que el éxito del hombre está en su pertenencia, cultura, constancia, disciplina y lectura de su historia que alimentará los pasos del destino y al mejor estilo antioqueño reafirmando constantemente que la raza paisa se hace con verraquera y que son soñadores de un mundo mejor.
Qué sorpresa inmensa me llevé cuando me decía que la historia que aprendió de Bolívar, Santander y Girardot era análoga a la historia de la vieja Grecia, en donde estos hombres eran como semidioses enviados a cumplir misiones predeterminadas propias de seres mortales. Pasando de primero al tablero su paisano Atanasio Girardot, le pareció ridículo que un hombre al borde de su muerte, asediado por el fuego haya improvisado la más grande arenga patriótica con una tranquilidad y lucidez mental que le permitieron haber hilado la hermosas y sonoras estrofas.
Encontré de su conversa situaciones actuales que podrían ser una repetición de la historia como este pronunciamiento del libertador: “Yo soy granadino, un hijo de la infeliz Caracas, escapado prodigiosamente de en medio de sus ruinas físicas y políticas que siempre fiel al sistema liberal y justo que proclamó mi patria”. Y lo más triste en mi concepto, es la vigencia que podría tener otras de sus proclamas que dirige e involucra a los sometidos y que seguirá en el orden del día si al corazón no se le acompaña de una presencia no terrenal, superior y divina que dio la vida por nuestra redención. Bolívar expresó: “El oro corrompe todo, el esclavo está corrompido por sí mismo, el alma de un siervo, rara vez alcanza apreciar la sana libertad, se enfurece en los tumultos y se humilla en las cadenas”.
Vale la pena saborear y analizar la compilación de este referenciado en la conferencia a presentar este 25 de abril a las 5 de la tarde en la sede de la Academia de Historia, donde se conocerá la tesis del investigador, que al mejor estilo de Gabriel García Márquez en la obra del General en su laberinto, mostrará a un Bolívar más humano y menos mítico.
*Concejal de Cartagena