Opinión de Hernando Padauí Álvarez (Especial para Revista Zetta).- Cuatro décadas después de las primeras invasiones que dieron lugar a su vertiginoso crecimiento, hasta conformar una extensa población de más de cien mil habitantes provenientes de diferentes lugares de la geografía regional y nacional, el barrio El Pozón subsiste entre dádivas y favores electorales, con escasos resultados visibles en el mejoramiento de las condiciones de vida de sus habitantes.
Ha sido muy prolongada la espera y poca la voluntad política para dar soluciones a las múltiples necesidades de este sector de Cartagena, que reclama reiteradamente y con vehemencia, inscribirse en la categoría de un hábitat con verdadero desarrollo sostenible. Aunque muchos no se atrevan a decirlo en voz alta, El Pozón convive más como un lastre, que como una comunidad realmente integrada a la Ciudad Heroica.
En la accidentada planeación de Cartagena, se destaca el aplazamiento reiterado de varios mega proyectos de desarrollo, como el programa de caños y lagos, la terminación de la vía perimetral, la construcción de la quinta avenida de manga o los traslado del mercado de Bazurto y de la Base Naval, por mencionar sólo algunos. Sin embargo, estos se han convertido en ejes estructurales de cualquier propuesta con visos de renovación urbana; nunca faltan en las promesas y compromisos en cada proceso para la elección de mandatarios, pero poco se advierte sobre los nuevos impactos sociales que la ciudad ha venido engendrando y se esperaba con paciencia macondiana que se resuelvan otras iniciativas ya germinadas.
El Pozón, con su inagotable cantera de desigualdades sociales entre las que se prioriza el déficit en infraestructura de servicios domiciliarios, inadecuadas vías de acceso, falta de atención médica, una paupérrima oferta educativa y por supuesto la siempre infaltable ola de violencia y criminalidad, alberga en cantidad de habitantes un número superior al que conforman poblacionalmente 40 municipios del Departamento de Bolívar en sus propias cabeceras y corregimientos.
Dicho en otras palabras, si en lugar de ser un barrio, El Pozón fuera un municipio, sería el sexto más grande de todo el departamento, solamente superado por Magangué, El Carmen de Bolívar, Arjona, Turbaco y obviamente el distrito de Cartagena, que valga decirlo de paso, no han sido correctamente censado.
En la década de los ochenta , poco más de una veintena de municipios integraban a Bolívar, y a partir de ese momento, fueron creados otros 20 , en su mayoría con propósitos y fines eminentemente políticos, al amparo de una legislación flexible que así lo permitía. Finalmente, se puso freno a la irresponsable práctica con la normatividad vigente, que hizo más rigurosos los criterios para la creación de municipios, entre ellos, contar con un mayor volumen de habitantes y una certificada capacidad de sostenibilidad financiera, para poder constituir nuevos entes territoriales.
Hoy El Pozón cumple a cabalidad con ambos requisitos y con todos los demás. Certificarlo como el nuevo municipio de Bolívar, en la categoría 3, por su número de habitantes, le permitiría acceder por derecho propio a los recursos del Sistema general de Participación en materia de salud y educación, podría disponer de las regalías que el Sistema Nacional concede para cada municipalidad, tendría acceso directo y más eficiente a un recaudo propio de tasas contributivas e impuestos prediales y de industria y comercio, sin desconocer toda la posibilidad de gestiones que sus alcaldes puedan emprender ante el Gobierno Nacional y organismos internacionales, dando por descontado que la ventajosa cercanía con la Gobernación de Bolívar, le representará atención prioritaria.
Convertido en municipio, El Pozón podría estrechar vínculos administrativos con el distrito de Cartagena, con la Policia Metropolitana que actualmente ejerce jurisdicción en la capital y lo hace igualmente en los municipios del norte, así también con el sistema integrado de transporte Transcaribe que actualmente llega hasta inmediaciones de Turbaco; solo se requerirían breves ajustes en la operación y ejecución, toda vez que hoy en la práctica ya lo realizan. En materia de servicios públicos Aguas de Cartagena, por vía de convenio, tendría plenas facultades para ser el operador del servicio de abastecimiento.
El nuevo municipio de El Pozón permitiría de forma definitiva que se concretara la conformación de un Área Metropolitana, de vital importancia y conveniencia tanto para la ciudad capital como para los municipios que la conformarían. En Antioquia y el eje cafetero funcionan estas áreas desde hace años, con ejemplares ventajas para la competitividad regional.
Las oportunidades sociales que representará para los moradores de El Pozón, su conversión en municipio, serían tantas o mayores, como las que desde hace poco se ofrecen, con respaldo del Gobierno Nacional, a los habitantes de San Basilio de Palenque, para elevar su territorio a la condición de municipio especial. Esta coincidencia podría dar pie a adelantar ambos procesos en forma simultánea.
Para Cartagena, esta división político administrativa, lejos de representar traumatismos, contribuiría a la solución de sus propias necesidades, implicaría el mejoramiento y re direccionamiento de recursos propios, a través de los cuales se podría atender a un grueso de comunidades que igualmente requieren y reclaman atención y se visibilizarían. Sería en términos de beneficios sociales, para el distrito y municipio, un gana-gana.
No resta por demás señalar las dificultades y obstáculos que aparecerán por montones, entre ellos la burocracia y la rebatiña política, todo dentro del marco de inconvenientes que generan las democracias imperfectas, pero igualmente bajo una lupa de control más rigurosa, ejercida desde las instancias que a ese fin hoy existen.
La alternativa de transformar El Pozón en municipio, fue iniciativa de Juan Carlos Gossain, en ese momento Gobernador de Bolívar, presentada en un foro internacional cuyo enfoque derivaba en la conveniencia de pensar en grande y actuar en grande, perdiendo el miedo y venciendo la resistencia de la impasibilidad y la indiferencia. Sus argumentos conservan plena validez, por eso hoy los recojo, y me propongo impulsar la propuesta con el consenso ciudadano.
Llegó el momento de que las cosas sucedan