Por Danilo Contreras (Especial para Revista Zetta).- Un capítulo inédito de inquietantes consecuencias parece iniciarse por cuenta de la solicitud de la JEP ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para presentar un resumen de los avances, retos y desafíos de esa jurisdicción para aclimatar la paz.
Con una rudeza que tropieza con las mínimas formas de la diplomacia, la cancillería de Colombia solicito a la CIDH cancelar la convocatoria para escuchar a la JEP, solicitud que, prontamente, fue desechada por el organismo internacional aduciendo que, en efecto, el artículo 60 de su reglamento prevé la posibilidad de audiencias con la finalidad de recibir información general relacionada con derechos humanos cuya garantía es la razón de ser de la comisión.
Los ataques a la JEP son reiterados y este episodio es la última expresión de una larga lista de diversos métodos que se utilizan para asfixiarla.
Desde su creación, los sectores más radicales opuestos a las negociaciones de paz con las Farc, la descalificaron como un organismo diseñado para absolver las ominosas faltas cometidas en el conflicto. Su conformación ha sido denunciada por el supuesto sesgo ideológico de sus magistrados, afirmación que desconoce el respeto mínimo a la trayectoria profesional de los juristas que actualmente desempeñan esas magistraturas. Bueno, lo del respeto es solo una expresión candorosa pues lo áspero de la actividad política nacional es ajena a ese valor que en el fondo es la paz. La paz es el respeto.
Corrupción es el epíteto más benigno con que sus enemigos suelen tratar a la JEP y a punta de suspicacias han minado cada paso y cada procedimiento que emprende este tribunal para dar cumplimiento a sus fines constitucionales.
Imagino que este memorial también podría tacharse como panfleto comunista y tergiversador por los detractores de la JEP, pero los hechos no dejan duda, a menos que la superstición sea la guía. Hace varias semana el senador Uribe, líder de la oposición al gobierno, digo, a la JEP, espeto vía twitter que respaldaba las objeciones, pero que prefería su eliminación. Explicación no pedida, confesión manifiesta, suelen decir los abogados.
Las trampas están tendidas por todas partes. El plan nacional de desarrollo, según se ha sabido consagra una disposición que le da autonomía a la unidad de investigación de la JEP, con lo cual la jurisdicción pierde autonomía en el manejo de sus recursos. Las objeciones a la JEP constituyen el principal episodio que prueba el acorralamiento de que es victima esa entidad. Esta es una novela cuyo desenlace aún está pendiente.
El sentido común, erradamente señalado por el filósofo, como el mejor repartido de los sentidos, indica que el objetivo es destruir la columna vertebral del proceso de paz: La JEP.
Queda claro que la política exterior se anota una nueva derrota. La diplomacia que es un atributo de la civilización, no parece ser el fuerte del gobierno. Tal vez por esto Ordoñez funge como embajador y el país sigue caminando hacia la oscuridad.