Por Carlos Féliz Monsalve (Especial para Revista Zetta).- El crecimiento de las zonas francas y puertos en Colombia ha tenido un gran impacto en la generación de empleos, mejorando la economía del país y el fortalecimiento del comercio exterior. Desde la entrada en vigencia de la Ley 1004 de 2005 la visibilidad y el reconocimiento que se le ha dado a las zonas francas a nivel nacional e internacional ha sido de gran envergadura, ya que a través de la misma se promovió la inversión de nuevos capitales, se produjo un desarrollo competitivo en las regiones y se facilitaron las operaciones de comercio exterior.
Actualmente en Colombia hay 112 zonas francas. Desde el año 2005 hubo un incremento aproximado del 90 %, lo que demuestra la confianza que tienen los inversionistas y demás empresas en los diferentes sectores económicos del país. Las exportaciones en zonas francas en Colombia demostraron un incremento con relacion a la vigencia fiscal anterior de un 20.7%, empero, este sector tiene grandes desafios para dinamizarse y consolidarse. El principal de estos es el cambio constante de la normatividad que no ha permitido tener una claridad de las vigencias y aplicación de las mismas en los procedimientos aduaneros(Decreto 390 DE 2016y Decreto 349 de 2018), esto ha conllevado a una “injustificada” dilatación de entrada en vigencia de la norma, acaeciendo un panorama de dubitación, que a su vez ha generado la ultractividad del Decreto 2685 de 1999. Estas precisas estipulaciones realizaron una importante refacción en materia de calificación de los usuarios que pueden hacer uso o participar dentro de las zonas francas, y a los beneficios que de estas se derivan, lo que nuevamente nos indica que la gran apuesta de nuestro país es el fomento de estos territorios especiales para la conquista de la inversión extranjera.
Precisamente, el mayor reto que atraviesa esta industria es someterse a la vanguardia de los tiempos, todavía más cuando las operaciones o negocios que se celebran fluctúan de manera exponencial y vertiginosa, lo que requiere de herramientas que no redunden en excesos de ritualismo, sino que consigan facilitar con buenas prácticas la captación de nuevos inversores y en el encadenamiento productivo.
En ese sentido, vale la pena mencionar que esas conclusiones que se acotaron en el final del párrafo precedente, fueron los pilares fundamentales del segundo Congreso Integrado de Zonas Francas y Puertos, celebrado en la ciudad de Barranquilla, el cuanto contó con importantes firmas y personalidades de esta industria, con el ánimo de propender por el relacionamiento de los actores (Gremio de empresarios y el Ministerio de Comercio Exterior) que concurren en estas parques empresariales, principalmente para construir alrededor de foros o convenciones, propuestas importantes de solución a los principales problemas que aquejan el normal funcionamiento en materia económica y tributaria, como un pacto para el desarrollo del país.
La realización de estos espacios de concertación, muestra que en Colombia gozamos de una buena salud comercial y disposición real frente al apalancamiento de medidas que redunden por la atracción de futuros y nuevos inversores. No obstante, considero, de manera personal y crítica sana, que no pueden quedar plasmados en papeles y conferencias, las acciones que se deriven para frenar los hechos y/o fenómenos adversos que desaceleren el crecimiento exponencial que se espera de esta empresa, pues la función cumplida por parte del Gobierno no se debe basar única y exclusivamente en ser un mediador que conceda beneficios tributarios al sujetos activos de la industria, sino que de forma tangible debe garantizar que la contraprestación directa que se espera de ella, como lo es el fomento de empleo y reactivación económica, se cumpla.
Sin perjuicio de esto, tampoco podemos olvidarnos de las pequeñas y medianas empresas, que principian en todo el país, y que como es sabido también deben contar con un espacio de participación importante dentro de las zonas francas, cobijar con bueno ojos y conceder privilegios coherentes a quienes pretender contribuir, desde los primeros escalones empresariales al desarrollo.
Esto no es una entelequia o una utopía, y cuando utilizo la expresión “privilegios coherentes”, me refiero a que los beneficios deben estar diseñados a la medida de los diferentes tipos de empresa que cobija nuestro país, pues las reglas de juego para un gran contribuyente, no pueden terminar siendo más laxas o benévolas por su simple condición o por lo que contribuyen al equilibrio fiscal, y sería desproporcionado aplicar estas disposiciones a las pymes.Para afianzar lo dicho, basta con mirar lo que acaeció alrededor de la refinería de Cartagena, pues las grandes erogaciones inversionistas que se realizaron para su consagración, fueron el punto de partida para que se incluyera dentro del régimen de zonas francas, lo que constituye a todas luces en un acierto para esta industria insignia de la ciudad, pero que deja entrever que, para el Estado en materia de beneficios arancelarios y tributarios, es más importante mirar la cartera, que la ilusión de los nuevos emprendedores que con sacrificio día a día intentan sobrevivir en un entramado de negociaciones monopolizadas solo por algunas firmas.
Colofón de lo anterior, nuestro país se encuentra en el mejor momento para mostrarse como competidor potencial en lo referente a las zonas francas y en aras de la implementación y entrada en vigencias de la normatividad, veo positiva la regulación aduanera, siempre y cuando se siga trabajando de la mano del sector privado como el público, es necesario seguir atrayendo la inversión de nuevos capitales y seguir propiciando la generación de nuevos empleos, todo con el propósito que la economía siga consolidándose y dinamizando.