Desde el emblemático Monumento a los Lanceros del Pantano de Vargas, el presidente del Congreso, Lidio García Turbay, propuso a los senadores de todos los partidos y movimientos un gran acuerdo nacional que «permita decidir, principalmente, sobre el país de mañana».
«Un acuerdo que nos lleve, primero, a una gran reflexión sobre el modelo económico, democrático, social, jurisdiccional y cultural que tenemos, y nos permita diseñar, luego, el que haría falta para entregar a las nuevas generaciones un país a la altura de los desafíos que nos dejaron los padres de la patria», manifestó.
Así lo señaló al presidir la sesión solemne de la plenaria del Senado en conmemoración del bicentenario de la campaña libertadora, en sobrio acto memorable que se cumplió en este escenario que fue crucial en la justa libertadora de 1819: la batalla del Pantano de Vargas.
Dirigiendo la mirada a sus compañeros de corporación les dijo: «Lo que les estoy proponiendo no es un proceso de cuatro o cinco años, sino un acuerdo para cuatro o cinco décadas, que tenga ascendencia sobre los gobiernos que en ese período escojamos, de manera que lleguen a administrar discrecionalmente lo que pactamos los colombianos».
Complementó su propuesta al indicar: «Les hablo de un plan de desarrollo de largo plazo, que se fije metas ambiciosas para lograr tasas de crecimiento sostenidas, erradicar la pobreza, volver la ciencia un hábito nacional, crear una sociedad plenamente educada, y garantizar el progreso y el ascenso igualitario».
En su iniciativa encaminada a «salvar otra vez la Patria» reveló que la idea es constituir unas mesas de trabajo con todos los actores: dirigentes políticos, empresarios, científicos, funcionarios de gobierno, académicos, trabajadores, oficiales de las fuerzas armadas, gobiernos, hacedores culturales, líderes sociales, comunales y religiosos, «para que en un término no mayor a un año, tengamos propuestas congruentes con una nueva gran nación».
En otro de los apartes de su intervención y teniendo como marco natural los campos de Boyacá, manifestó: «Lo que hoy estamos conmemorando no es un acontecimiento histórico, sino el hecho más importante de toda nuestra historia republicana. Con un ejército libertador, menguado y casi abatido, sellamos en estas tierras, hace dos siglos, la independencia definitiva de nuestra Patria».
«Fue necesario, para ello, que Bolívar y sus lanceros vencieran a las numerosas tropas realistas en el Pantano de Vargas, y que luego repitieran la hazaña en la gran Batalla de Boyacá. Por eso estamos aquí, con el corazón henchido de gratitud, para rendirle homenaje a todos los que nos hicieron posible como nación», señaló al invocar esa gesta libertadora.
Homenaje a los héroes
A renglón seguido fue enfático en manifestar: «Hoy en esta sesión solemne de la celebración del Bicentenario de nuestra independencia, el Senado de la República, rinde honor a nuestros héroes y en efecto, se inclina ante Simón Bolívar, Francisco de Paula Santander, José Antonio Anzoátegui, Carlos Soublette, Joaquín París Ricaurte, Lucas Carvajal, Antonio Obando, James Rooke y Juan José Rendón, el hijo de esclavos libertos que recibió la agónica instrucción del libertador de «salvar la patria», cuando todo parecía perdido en el Pantano».
«Atrás quedaban 300 años de una colonización que, si bien nos dejó legados, también nos sometió como sociedad naciente. Con el pundonor de nuestros valientes, despedimos un régimen de terror, que había perpetuado persecución y muerte», precisó.
Recordó que en Colombia se fraguaron alrededor de 30 guerras civiles, mientras se buscaba el rumbo republicano. «Hoy, no obstante haber pactado la paz, que más que un acuerdo con unas organizaciones guerrilleras debió significar una actitud nacional, llevamos 196 líderes asesinados y 1.358 amenazados. Los sociólogos sostienen que la sociedad ve nacer un líder cada 50 años, nosotros matamos uno cada tres días».
También hizo un rendido homenaje a los criollos, mulatos, mestizos, zambos, indígenas y negros -campesinos o esclavos en su inmensa mayoría- que «con 850 fusiles, 650 lanzas y ocho machetes, demostraron que las guerras no siempre se ganan por el poder de los imperios, sino por la voluntad poderosa de los sometidos».
Mencionó a las mujeres de Gámeza, que se quitaron sus enaguas para abrigar a los hombres que bajaban semidesnudos del páramo de Pisba; para Pedro Pascasio Martínez y el Negro José, los niños-soldados que capturaron a José María Barreiro, no obstante a los intentos de soborno del general español.
Su venía también fue para la niña Matilde Anaray y «las demás nodrizas de la libertad, que cedieron sus ropas a los soldados, en Socha; para las mujeres de los lanceros de Arauca y Casanare, que animaron a sus maridos a emprender la lucha que era de ellas y de ellos; para los héroes de la batalla de las Termopilas de Paya, que marcaron el rumbo victorioso de una empresa que entonces dejaba de ser incierta».
Hizo una mención para Antonia Santos y Cleotilde Escobar de Niño, las heroínas de la campaña libertadora, que avivaron la batalla o le dieron consuelo a los heridos; para los 300 mártires de Charalá, Santander, que con sus vidas detuvieron la marcha de los refuerzos que habrían marcado otro rumbo en el río Teatinos.
«Como los combatientes de Boyacá, llegaban a las guerras, reducidos por las condiciones climáticas, por la adversidad de las derrotas e, incluso, por las limitaciones del armamento que portaban. Pero tenían un propósito claro, y lo alimentaban con la convicción personal, la decisión de sus líderes y el consentimiento de unas familias que presentían que un día lo lograríamos», dijo.
Seguidamente precisó: «Es probable que tuviésemos diferencias en las estrategias. Los historiadores dicen que por andar en rencillas ideológicas, equivocamos muchas veces los caminos y se los facilitamos al enemigo. Pero el amor por la libertad, siempre nos juntó. Hoy, cuando celebramos 200 años de aquella proeza, echamos de menos el ímpetu, porque de repente nos falta una nueva comunión».
Retos descomunales
«Es verdad que la independencia nos planteó retos descomunales para los que, hay que reconocerlo, no estábamos preparados. Los líderes de la época tuvieron que crear instituciones que no conocían y gerenciar procesos políticos sin la debida formación. Para colmo de desafíos, tuvieron que reconstruir las ciudades que fueron teatro de guerra, sin contar con los presupuestos debidos. De la noche a la mañana, los esclavos y los súbditos, se convirtieron en ciudadanos, lo que les deba un rol proactivo sin saber exactamente para qué», expresó en desarrolló de ese acto especial que hará parte de la historia del Senado.
En otro de los apartes de su intervención manifestó: «Lo que no pudieron evitar es que, desde entonces, lo que imperara entre nosotros fuera la división. Cuando no fuimos bolivarianos y santanderistas, fuimos centralistas y federalistas, o liberales y conservadores o de izquierda o de derecha, o Dios, patria y familia… y Legalidad, libertad y fraternidad. ¡La muerte de Simón José Antonio de la Santísima Trinidad, no contribuyó para que cesaran los partidos! Las diferencias no fueran tan preocupantes, si no marcaran derroteros anárquicos».
«En toda sociedad civilizada, por demás, la Constitución Política es el marco perfecto del acuerdo. Ahí se consigna el derrotero político, económico, social y cultural de la nación, y los consensos para coexistir y mirar al futuro», dijo.
Agregó a lo anterior: «Bélgica, que tuvo su independencia apenas once años después que nosotros, ha hecho una reforma constitucional cada 14 años; en Colombia, desde 1886, hemos tenido una cada 14 meses. A la sola Carta Política de 1991, considerada una de las más progresistas del mundo, le hemos hecho unas 50 reformas».
En los minutos finales de su intervención subrayó: «Que este monumento de los Lanceros del Pantano de Vargas, que representa el coraje, el pundonor y la devoción patriótica, sea testigo en este Bicentenario, de un acto de contrición, que nos conduzca a todos por una mejor nación. Que entendamos, en fin, que es tiempo de perdón, de reconciliación y de integración, lo cual significa -nada más y nada menos- volver al principio que alentó a nuestros patriotas, cuando todo faltaba, menos la fuerza indestructible del amor por nuestra patria».