Por Álvaro Royo (Especial para Revista Zetta).– (Xiamen – China).- Me encontraba esperando el elevador para subir a un edificio y alrededor mío había gente que parecía normal, hablaban de temas varios y tenían ropas de diferentes colores pero toda igual, quiero decir, camisa y pantalón de igual color, pero no había nadie que no combinara de esa manera.
Los de azul, los de negro, los de blanco, los de rojo, todos parecían supremamente normales pero ya esa manera de vestir me puso a sospechar un poco.
Nos montamos en el ascensor y mientras subíamos seguían discutiendo entre ellos y cada vez más acalorados y agresivos, manoteos y descalificaciones, se trataban de locos y yo solo atinaba a escuchar tratando de entender lo que sucedía allí.
Se detuvo el ascensor para dejar al primer grupo de los que iban subiendo y se bajaron todos los que venían vestidos de azul y que a su vez había otra gente de azul esperándolos, pero noté que al abrirse la puerta estos recibieron a los que se bajaron pero comenzaron a mirar con odio y a insultar a los que quedamos adentro, y lanzaban groserías, gritaban y señalaban con el dedo índice amenazando al interior.
Se cerraron las puertas nuevamente y el ascensor siguió subiendo y los que quedaban adentro se pusieron más agresivos y comenzaron a empujarse los unos a los otros, hubo uno que sacó un cuchillo y lo guardó apenas vio que los otros desenfundaron armas de fuego; calmados los ánimos de agredirse físicamente el ascensor hizo otra parada en su larga subida que ya me estaba poniendo nervioso, y esta vez le tocó bajarse a los que iban de rojo, y todo se repetía, los estaban esperando otros personajes de rojo y estos casi se meten en el ascensor con palos a golpear a los que estaban adentro que eran los que estaban vestidos de blanco y de negro, manoteándolos hacia afuera se fue cerrando la puerta para seguir subiendo.
Al quedar solo dos grupos, los de blanco y los de negro, unos se ubicaron a la izquierda y otros a la derecha, y cuando ya sintieron algo de distancia ambos sacaron palos y comenzaron a golpearse y a insultarse, con argumentos que pareciera que estuvieran discutiendo de lo mismo pero con puntos de vista tan diferentes como su manera de vestir.
El ascensor paraba y los de la izquierda y los de la derecha que habían tomado sus posiciones ni se inmutaban dónde nos deteníamos, pero lo cierto era que la puerta se abría y en cada piso que se detenía yo miraba escenas diferentes, veía madres con varios niños alrededor, parecían sus hijos, muy pero muy flacos y desnutridos todos, los momentos que estuvo detenido el ascensor y la puerta abierta nos estiraban sus manitos para que le diéramos algo, lloraban de hambre, había desespero en sus caritas y ojos, lloraban, nos suplicaban, pero los de negro y los de blanco ubicados en sus posiciones dándose de palos e insultándose no se enteraban de nada, o si, si se daban cuenta de algo, de no perder su posición, los de la derecha bien a la derecha y los de la izquierda bien a la izquierda.
Volvió a parar el ascensor y esta vez vi a unos delincuentes que tenían a una gente amarrada y le estaban robando con armas de fuego, cuando la puerta se abrió, ellos nos apuntaron con sus pistolas hasta que la puerta se volvió a cerrar otra vez.
Seguíamos subiendo y esta vez se abrió en un piso donde había muchos doctores en bata bailando borrachos y mucha gente en camillas de hospital haciendo fila, gente enferma, y muy sucia, también había otros llorando con gente inmóvil en las camas, podría asegurar que era algún ser querido fallecido y en sus caras además del dolor se podía ver reflejados sentimientos de rabia e impotencia, pero a los doctores no les importaba, seguían de fiesta y hasta le subían el volumen a la música mientras adentro del ascensor todos seguía igual de violento.
La otra parada me dejo aún más desconcertado, muchísimos niños en edad escolar con sus maletines a sus espaldas pero caminando sin rumbo fijo, no había profesores con ellos, solo escolares con la mirada perdida y buscando algo que parecían no encontrar, algunos miraron hacia adentro y trataron de entrar pero cuando casi los golpean los de la izquierda y los de la derecha con sus palos agresivos solo retrocedieron y dejaron de intentarlo.
La última parada fue en la azotea del edificio y allí fue donde mi desconcierto se fue a tope, allí estaban dos personajes que tenían mala cara y mala pinta, vestidos uno de blanco y el otro de negro, el uno a la izquierda y el otro a la derecha, cada uno tenía detrás una caja grande, podría decir de unos 4 metros de alto por 5 de largo y 3 de ancho, en vidrio que debía ser de seguridad porque tenían ambas cajas muchísimo dinero adentro. Cuando nos detuvimos allí cada uno de los dos grupos que venían en el ascensor salió corriendo a ubicarse detrás de cada uno de estos personajes, que eran más grandes y robustos que el resto, mientras los otros no dejaban de decirse cosas y ya por la distancia comenzaron a tirarse piedras y estos dos grandulones que estaban al frente de las cajas de dinero solo se reían y se burlaban mirándolos de reojo y a veces se picaban el ojo como demostración de complicidad, empatía y simpatía, pero cuando ambos veían que los ánimos de los grupos que estaban detrás de ellos se calmaban un poco, les golpeaban en la cabeza para que no dejaran de insultarse ni un minuto.
¡Yo seguía sin entender absolutamente nada y regresé al ascensor urgentemente y a bajar y huir de ese edificio lo más rápido posible no vaya a ser que se vaya a incendiar y nos vayamos a morir todos!!!!
Como siempre allí está mi email al pie de página para los que quieran escribirme sus opiniones acerca del tema y como mucho gusto les responderé
¡Un abrazo!
Álvaro Royo Bárcenas
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