Por Danilo Contreras (Especial para Revista Zetta).- Borges, que apenas fue sudamericano, pues su destino vino a ser el de un arquetipo, una idea universal de la literatura como lo es también el ignoto Homero, o Shakespeare o Quevedo, quizás; escribió una magistral alegoría de las simetrías que suele postularnos el arte e incluso la realidad. El nombre del texto es “La Trama”.
En ese opúsculo el autor recuerda a Marco Bruto arremetiendo, daga en alto, contra Cesar, su padre, quien solo exclama, entregado ya a la muerte: “¡Tú también, hijo mío!”. La correspondencia es hallada minuciosamente, diecinueve siglos después, atribuyendo al destino la sevicia de ciertas repeticiones: “…en el sur de la provincia de Buenos Aires, un gaucho es agredido por otros gauchos y, al caer, reconoce a un ahijado suyo y le dice con mansa reconvención y lenta sorpresa (estas palabras hay que oírlas, no leerlas): ¡Pero, che!”.
Pues bien, como suele ocurrir, he sido conminado por mis hijos para ver la última versión de “El Guasón”, film protagonizado por el indescifrable Joaquín Phoenix. Anoche lo hice después de posponer un par de veces la cita. Me dispuse con cierto desgano a la película, pues aún pesaba en mí, la versión del “Joker” interpretado por Heath Ledger. Sin embargo la densidad de la actuación de Phoenix y en general de la narración, me fueron hundiendo en una especie de remolino de relatos, detalles y sobre todo de simetrías superpuestas. La obligada brevedad de estas menesterosas líneas y de mi memoria, me constriñen a referirme a dos o tal vez tres correspondencias que vinieron a mi mente luego de la velada.
La primera simetría es con la trama de “Taxi Driver”: Un sujeto aparentemente normal agobiado por diversas precariedades, la noche y los inexorables asesinatos que comete el protagonista; de otra parte está Robert De Niro, quien también actúa en el film para enfatizar (provocar) esta primera comparación.
Luego otra más obvia, que es la metáfora cinematográfica de una sociedad consumista, que no es más que la versión moderna y cruel del capitalismo urbano, que hace de cada sujeto un objeto al servicio de poderes oscuros que se elevan en una jerarquía cuyo ápice oscuro solemos desconocer. Vi la indignación y el caos y los retorcidos liderazgos que la indignación produce, con lo cual ratifique cierta norma que intento para mí, sin éxito desde luego: El que se emputa pierde. Vi las marchas de Bogotá, o Quito, o Barcelona. Vi a Trump y a tantos líderes de la ira que andan sueltos.
Por último, y es muy probablemente un exceso inexcusable de mi parte, esta el bufón del Rey Lear que dice verdades al monarca aparentando locura. La salvedad es que hoy las verdades que espeta el “Joker” no hieren al Rey sino al sistema, podrido de múltiples, sofisticadas e insoportables formas.
En fin, tal vez es mejor sugerir al lector accidental de esta nota, su olvido inmediato, lo cual no es difícil, a efectos de que cada quien deduzca sus conclusiones sin la deformación de una extraviada opinión.