Por Andrés Rico Rivera (Especial para Revista Zetta 20 años).- La aparición en escena del Covid-19, o más conocido como Coronavirus, nos mostró cuán vulnerable somos, no sólo en lo referente con las consecuencias físicas que conlleva el virus, también en nuestra esencia cómo humanidad, hemos olvidado eso que nos hacía sentir superiores a las otras especies.
Desde el ámbito que más hemos escuchado: la salud, la pandemia parecería tener como víctimas a quienes consideramos más vulnerables, nuestros ancianos, a quienes desde hace un buen tiempo hemos dejado a un lado, tal vez por el afán de nuestra vida diaria, pero esta afección nos hace un llamado a mirar la importancia de ellos en nuestras vidas y sociedades, por eso resulta imperativo su cuidado; seguro que ninguno de nosotros desea ver padecer a nuestros abuelos, tíos, papás o alguna persona mayor a quienes admiramos y queremos con profundo agradecimiento.
Otra arista importante de analizar, en medio de esta crisis, somos nosotros como humanos, el miedo se propaga más rápido entre nosotros que el mismo virus, dejando en evidencia nuestra primitividad, necesitábamos del temor para sentarnos a pensar sobre nuestras debilidades No obstante, no debemos dejarnos sumir de este ya que en ese momento aparecerán los prejuicios que sacan nuestra parte más xenófoba, llenamos los supermercados con nuestros miedos vaciando las góndolas de estos, nos llenamos tanto de miedo que no existe antibacterial o desinfectante que nos haga sentir seguros.
Este es el momento donde debemos concertarnos con nuestro ser interior, conocernos a nosotros mismos, reconocer nuestras debilidades y realzar nuestras fortalezas, vislumbrar nuestras nuevas metas y con esta experiencia potencializar nuestras virtudes, bien cierto es que detrás de una gran crisis viene una magnífica oportunidad.
Hoy todos somos iguales, blancos, negros, ricos, pobres, parece como si el virus quisiera mostrarnos eso que nos hemos negado a ver, pero también nos hace más solidarios, ver qué lo que considerábamos tan importante hoy realmente no lo es, nos volcó a nuestras casas, a valorar a nuestras familias, a compartir momentos que antes no compartíamos.
Estoy seguro que este momento pasará, no sé cuándo, pero pasará, les pido que nos quedemos con la humildad, solidaridad, unidos como sociedad, pero sobretodo conectados con nosotros mismos, con nuestro interior. El Covid-19 nos recordó que tan frágiles somos, por eso es importante agradecer cada día lo que tenemos en nuestras vidas.
Andrés Rico Rivera