Por John Zamora (Director de Revista Zetta 20 años).- ¡Qué falta de respeto con la ciudadanía! Ni en la más grave crisis sanitaria de la historia, los líderes políticos de Cartagena dejan a un lado los insultos, y en lugar de ponerse a trabajar, lo que hicieron fue protagonizar el más ignominioso episodio de grosería que se haya registrado. ¡No merecen a Cartagena!
El censurable episodio ocurrió en la clausura de las sesiones extras del Concejo, hecha de manera virtual como todas las de este periodo, y en sus palabras de cierre el alcalde William Dau Chamat se despachó en groserías propias de un bar de mala muerte, y alejadas de la dignidad del cargo que representa. El alcalde confundió una cosa es recriminar políticamente, y otra es arrastrarse por el lodo de los insultos.
¿En qué mundo viven? El mundo cambió para la ciudad desde que una turista británica fue el primer caso de covid -19. ¿En qué mundo viven? Todo ha cambiado, las dinámicas sensatas apuntan a la unión. ¿En qué mundo viven? Atizar odios y divisiones juega a favor del virus. ¿En qué mundo viven? La agenda es una sola, la vida. ¡No jueguen con nuestras vidas!
Revista Zetta tiene respeto por sus lectores y no reproduce este bochornoso espectáculo de groserías y bajos insultos, y exige al alcalde William Dau y a los concejales de Cartagena que respeten a la ciudadanía, y pide a la Procuraduría que actúe con máxima celeridad, pues la ciudad no está para reyertas personales.
Los adjetivos empleados por alcalde y algunos concejales son las groserías de uso común en cualquier discusión de calle, que todos podríamos emplear, pero que en boca de las máximas autoridades políticas de la ciudad son censurables, inadmisibles y tienen que tener sanción.
Mientras hay registro confirmado de más de un centenar de casos de coronavirus; mientras hay deficiencias en la dotación del personal médico; mientras hay hambre en los barrios por el aislamiento obligatorio; mientras hay que atender la emergencia para toda la ciudad, es una absoluta irresponsabilidad perder de vista esta situación para regresar a la insultadera de campaña, y seguir obsesionado por dividir a Cartagena entre buenos y malandrines.
Alcalde, a gobernar una ciudad en crisis. Concejales, a ejercer control político serio. El insulto no los separa ni los diferencia, solo los unifica en una sola denominación: ¡malandrines todos!