Por Ana María Cuesta (Especial para Revista Zetta).- Me preocupé cuando supe que Miguel Ceballos asumiría como Comisionado para la Paz del nuevo gobierno porque en los espacios que pude compartir con él, en un posgrado sobre Derechos Humanos, noté que se inclinaba por la inexistencia de un conflicto armado y que sus intervenciones sobre el acuerdo de paz suscrito entre el gobierno Santos y las Farc eran argumentadas desde el ‘No’ en el plebiscito.
También me preocupó su constante campaña contra la izquierda, la Jurisdicción Especial para la Paz y la nueva institucionalidad del acuerdo en sus redes sociales. Una vez asumió me llamó la atención el ánimo gubernamental para cambiar la narrativa oficial sobre el posconflicto. Tanto el presidente y sus funcionarios evitaban pronunciar esa palabra que implicaba elegir entre ‘combatientes’ o ‘terroristas’. Es así como añaden el apellido ‘estabilización y consolidación’ al cargo de Ceballos, minimizando durante los primeros días su función principal, la paz.
Luego me preocuparon las intervenciones del doctor Ceballos para truncar cualquier intento de negociación con el ELN o en cierto modo la resurrección de las curules para las víctimas como las pensó el anterior gobierno. El comisionado trabajó durante varios meses como un palo en la rueda político para las iniciativas de paz alternativas a una visión de conflicto uribista. Y ese palo en la rueda ha sido bastante notorio con ejercicios simples de comparación entre su gestión y la neutralidad que ha caracterizado a su coequipero en la paz, el consejero presidencial Emilio Archila.
Y así podría continuar enumerando las veces que me desconcertó el doctor Ceballos en su rol como facilitador de la paz pero en los últimos meses ha emprendido acciones que me han sorprendido gratamente, que hay que destacar y que implican un viraje radical y respetuoso al discurso en cierto modo hostil con el que inició su gestión.
Recientemente Ceballos defendió la restauración del rol de gestores de paz de Felipe Torres y Francisco Galán, antiguos militantes del ELN. También me sorprendió que reconociera un estatus político a esta guerrilla en el más reciente anuncio sobre mecanismos de sometimiento individual para todos los grupos armados organizados o Gaos del país. Ha pasado de destacar constantemente los actos terroristas de esta organización a un lenguaje más conciliador que anuncia el nuevo ánimo de la Presidencia de la República para propiciar un diálogo.
Espero que sigan las muestras de buena voluntad y el cambio de lenguaje que ha demostrado durante este último año el doctor Ceballos, un jurista brillante de posturas radicales que hace pocos días sentenció que «no es momento de cerrar las puertas, es momento de abrirlas».
Este año le ha sentado bien. Por primera vez siento que está cumpliendo con su mandato de tender puentes, propiciar diálogos e incentivar la reintegración. Enhorabuena para el país y para un gobierno de gestiones problemáticas.