Por Yuli Sáenz (Especial para Revista Zetta 20 años).- Se levanta muy temprano, su alma agitada le suplica que siga con la rutina diaria, aquella que lo conducía hasta la escuela donde le enseñaba a más de 30 estudiantes después de cruzar en canoa el río que lo conectaba con una vieja casa de madera donde impartía sus clases de matemáticas.
Él, con pantalón de jean, tennis y suéter, tenía un estilo único y peculiar ante la gente de aquel pueblo arenoso, caluroso y húmedo, que solía sentir su exquisita fragancia y ver su forma de vestir para enseñar el arte de los números.
«El Profe», como solían llamarle en aquella tierra seca y abandonada, caminaba erguido y casi apresurado cuando bajaba de la canoa e iba a la escuela y, de ésta, hasta la única tienda del pueblo por una Coca Cola bien helada.
Sin embargo y a pesar de las incomodidades de su trabajo, él era feliz; sí, él era feliz con el polvo en la cara, el saludo de su gente, los cuentos del viejo Agustín, las empanadas de la niña Nicha, y con el juego de cartas a la hora del recreo.
Pero de un momento a otro al profe le cambió la vida, su plan ya no es alistarse para ir a la escuela, tampoco jugar dominó con sus amigos, ni tomar cerveza en la tienda del barrio. Al profe lo confinaron por ese intruso virus llamado Covid19, lo confinaron y le hicieron recordar sus días de internado.
Ahora, tras el encierro, el profe se levanta y espera con ansias el día de salida para poder mercar, dar una vuelta, relajarse y disfrutar al saludar al tendero y, si tiene suerte, a uno que otro vecino.
El profe ahora se arregla y se pone su mejor «pinta», se pone «bacano» para bajar de su casa, ubicada en un tercer piso, con una compañera de viaje, una bolsa negra que contiene los desechos de estos días de cuarentena en los que le ha tocado junto a su esposa e hijos, aprender el arte de la cocina, de lavar los platos, de planchar y, por supuesto, de sacar la basura.
Aquella con la que cada dos días tiene una cita, la que le permite ver el atardecer, saludar a sus vecinos, tomar un poco de aire y ponerse a la moda con las prendas de vestir que hoy adornan su escaparate.