Por John Zamora (Director Revista Zetta).- Hubo un momento en que el alcalde tuvo “acoquinado” al Concejo y ninguno se atrevía –en público- a siquiera musitar algún disenso. Fue el efecto “madrazo” que motivó la intervención del arzobispo Jiménez, a la postre afín al gobierno, y que hizo parte del kilométrico repertorio de insultos “made in Dau” desde el procurador, pasando por el contralor y las altas cortes, hasta gremios, periodistas y funcionarios.
El efecto alcanzo para que algunos “anti-Dau” en teoría, en la práctica fueran pro-Dau, como los concejales que se formaron coalición con las bancadas de gobierno para votar por el fallido contralor Héctor Consuegra, escándalo genuinamente “dausiano”.
Ese “acoquinamiento” nadie se lo mamó y poco a poco el alcalde fue quedando solo y “ronco” de tanto insultar.
Unos no le pararon bolas, como el contralor general; otros demostraron que siempre serán gobiernistas y obsecuentes como los gremios; otros entraron en su juego como el procurador; algotros siempre lo han tenido en su sitio, como la prensa independiente, y entre tanto la ciudadanía observó el deplorable espectáculo de la pugnacidad en simultánea con la baja inversión presupuestal y la ineficiencia administrtiva.
Los concejales, sabedores que están encasillados en el término “malandrín” y que apenas medio alcen la voz les recordarán los libros leídos en el pasado, han sido cautos, prácticos y sabios.
El presidente David Caballero acudió a la cita con Dau y el arzobispo, y se mostró respetuoso y colaborador, mientras que poco a poco fueron saliendo del aletargamiento sus colegas, sin buscarlo, sino simplemente esperando el insulto de Dau para ripostarle. (Niño, Marín, Barrios, Estrada han tenido sonados episodios).
En su alocada carrera de dicterios, Dau disparó contra un blanco inesperado: su concejal Javier Julio Bejarano, por “aculillado” y aliado nuevo de los malandrines. Le hizo el favor darle la notabilidad que venía buscando precisamente por estar en la antípoda de varios cabildantes. La reyerta política terminó en el cambio de declaratoria de su bancada –integrada solo por él-: de gobierno a independiente.
Pero mientras las luces se enfocaban en el ring político, los que venían realmente sorprendiendo con posturas críticas eran otros aliados a los que Dau no ha determinado, ni para bien ni para pelear: los verdes.
Ahí están los registros de la postura de Lúder Ariza sobre el manejo laboral de la Administración, o las críticas de Sergio Mendoza sobre el manejo de la salud, para solo mencionar dos botones de una amplia muestra.
Los Verdes fueron los primeros en declararse de gobierno y, de verdad, se presumía que iban a ser unos defensores acérrimos de Dau, pero pronto dieron signos de agenda propia. Por ejemplo, no se tomaron la molestia de defender a la fallida “zarina anticorrupción” Lidy Ramírez, ni entraron en pugnacidad absoluta para escudar las posturas oficiales.
Una explicación válida se puede encontrar en la Administración, que los vio como pasajeros que no compraron boleto, y nunca les comunicó sus líneas de acción para trabajar en alianza. Los proyectos de acuerdo llegaban y los verdes ni se enteraban. El Plan de Desarrollo se discutió y nadie del gobierno les dijo cuáles eran los grandes puntos para defenderlo de los “malandrines”. A la par, el alcalde denigraba del Concejo y generalizaba, metiéndolos en la misma bolsa. “El Concejo vale huevo” fue una de las últimas gotas que rebosaron la copa. Entonces se hicieron en voz alta la pregunta que desde hace meses venían haciéndose en silencio. ¿Qué carajos hacemos apoyando un gobierno que no nos tiene en cuenta? Eran los novios que regalaron chocolates, enviaron flores, pero ni una miradita recibieron. Para bailar se necesitan dos, así que lo verdes dijeron “chao Dau”.
La soledad de Dau es ahora tan grande que la única bancada que queda de “gobierno” es la del Mira, donde la única concejal es Claudia Arboleda, una mujer temerosa de Dios, pero también temerosa de votar en las decisiones de calibre político, y de bajo liderazgo entre sus colegas, una verdadera “peso pluma” que tal vez está en el “lugar equivocado” para su manera de hacer política.
Llegó diciembre y serán pocos, muy pocos, los pasteles para Dau. Así es la soledad.