Por Ambrosio Fernández (Especial para Revista Zetta).- Cartagena de Indias, 5 de abril de 2021.- Sé que en este momento, muchos podemos estar atravesando por una gran pena ocasionada por la pérdida de un ser querido, cualquier miembro de familia que nos deje, será siempre un instrumento de gratos recuerdos, de reflejos positivos para lograr que su existencia no se desvanezca .
Es cierto que siempre anhelamos poder compartir toda nuestra vida al lado de las personas que amamos, porque cuando perdemos a un ser querido simplemente nuestro corazón se llena de un inmenso vacío y de una profunda tristeza al saber que no volveremos a ver físicamente a esa persona en este mundo.
Sentimos una especie de rayo frío que recorre nuestro interior, una sensación de no poder creerlo, de comenzar a preguntar por lo último que hablamos con esa persona, la última vez que pudimos darle un abrazo o la ultima vez que reímos juntos, donde todos quisiéramos dormirnos y vivir ese instante para siempre, y cuando nos despertemos sentir que todo hubiera sido un sueño.
Sé que si creen en Dios al igual que yo, seguro le realizarán muchas preguntas en ese momento; le preguntaremos sus motivos, el para qué, pero también es solo Dios el único que nos podrá dar el refugio y la certidumbre de que ese ser trascendió y se convirtió en algo más grande, algo que supera nuestro entendimiento.
Al final las enseñanzas de ese ser querido, las vivencias que compartimos y todo ese amor que se refleja en sus recuerdos, nos servirá de cobijo y consuelo y nos llenará de esperanza para encontrarnos algún día en la vida eterna.
Pese a la tristeza que nos pueda invadir en ese momento, el mejor tributo que podemos hacerle a esas personas que ya no estén, es celebrar y recordar con amor: su vida, su entrega, sus luchas, sus sacrificio y los momentos felices que compartió junto a nosotros.
Por eso debemos estar muy confiados, que aún cuando en la tierra nos dejen personas amorosas, luchadoras, guerreras, excepcionales, al cielo llegaran ángeles que cuidarán e intercederán por nosotros dándonos toda la fortaleza y el consuelo necesario durante el tiempo que nos quede de vida, antes de reunirnos de nuevo a su lado.
Y el mejor homenaje que podemos hacerles es aprovechar cada día de nuestra existencia, pensando y honrado la vida de esos seres queridos que ya no nos acompañan en este mundo, llamándolos como siempre los hemos llamado, pronunciando su nombre como siempre lo hemos pronunciado, entendiendo que la vida es lo que siempre ha sido, y que esas personas por el simple hecho de estar fuera de nuestra vista no podrán nunca estar fuera de nuestra existencia.